sábado , 23 noviembre 2024
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Restauración del pasado

La Pluma Escarlata

Guillermo Monsanto
[email protected]

Guatemala es un país lleno de tesoros. Algunos, considerados patrimonio nacional y, por ende, están protegidos por la ley. Edificios, monumentos, áreas arqueológicas, elementos utilitarios, son solo ejemplos de trabajos producidos en el pasado que poseen, según su dimensión, un valor para la historia de Guatemala.

Incluso, los tesoros traídos de Europa, y los de otras latitudes, adquieren su propio papel dentro del escenario cultural al entrar en contacto con el hacer y vivir cotidiano del chapín. Las cocinas de la desaparecida Casa Mima, Finca la Loma o Casa Popenoe, son un buen ejemplo del sincretismo, evolución doméstica de la cerámica y la porcelana local.

El Museo del Prado le dedicó una exposición especial al pintor Guido Reni (1575-1642) y a su entorno inmediato. En ella se pueden apreciar obras tempranas, realizadas al final del Renacimiento, durante el manierismo y los albores del barroco, que relucen luego de los análisis científicos y la posterior restauración de los lienzos.

Los procesos a los que los óleos fueron sometidos redundan en una explosión de color que permiten apreciar valores que el tiempo había sepultado por distintas razones. En este sentido se recuperaron los vibrantes pigmentos del artista y una visión relacionada con la realidad original en el momento que fueron realizadas.

Un fragmento de una obra recién descubierta de Delfina Luna de Herrera (1827-1912). Cortesía Guillermo Monsanto.

Mientras hacía el recorrido, no pude dejar de pensar en el ejercicio que han estado realizando Michelle Belloso, Paulina Arce y Javier Fernández, entre otros varios, en Guatemala. Estos restauradores, contratados por el Ministerio de Cultura y Deportes, le han otorgado nueva vida a esculturas y pinturas que durante años estuvieron en el abandono.

En un equivalente de lo mejor que tenemos en Guatemala, estos restauradores han estudiado y abordado lienzos de fundamental importancia. Entre estos, los legados de Cristóbal de Villalpando, Juan Correa, Tomás de Merlo, Juan José Rosales y Delfina Luna de Herrera. También han dado conservación a valiosa imaginería y toda esta labor puede apreciarse en el Museo Nacional de Guatemala (Munag) en La Antigua Guatemala.

Esta labor puede apreciarse en el Munag.

Uno de ellos me expresó que la restauración de una obra de esa magnitud requería algo más allá del conocimiento y sus preceptos. Que era necesario adentrarse en la psicología para entender la esencia desde la que había trabajado el artista. Encontrar el ritmo de las pinceladas, la saturación del pigmento y la emotividad espiritual. De allí que ciertas creaciones consigan conmovernos.

Estos productos son más que técnica o estilo. Son el alma del artista, traducida al perfil constitutivo de la creación. Son el corazón de su productor y, al mismo tiempo, el reflejo de la estructura de sus contemporáneos. El arte y la tecnología son la máxima expresión de las sociedades. Aunque los estilos cambien, las obras jamás pasan de moda, no importa lo que algunos crean.

Visite al Área Colonial del Munag y aprecie, desde otra perspectiva, el espíritu de la pinacoteca. De verdad vale la pena.

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Incluso, los tesoros traídos de Europa, y los de otras latitudes, adquieren su propio papel dentro del escenario cultural al entrar en contacto con el hacer y vivir cotidiano del chapín. Las cocinas de la desaparecida Casa Mima, Finca la Loma o Casa Popenoe, son un buen ejemplo del sincretismo, evolución doméstica de la cerámica y la porcelana local.

El Museo del Prado le dedicó una exposición especial al pintor Guido Reni (1575-1642) y a su entorno inmediato. En ella se pueden apreciar obras tempranas, realizadas al final del Renacimiento, durante el manierismo y los albores del barroco, que relucen luego de los análisis científicos y la posterior restauración de los lienzos.

Los procesos a los que los óleos fueron sometidos redundan en una explosión de color que permiten apreciar valores que el tiempo había sepultado por distintas razones. En este sentido se recuperaron los vibrantes pigmentos del artista y una visión relacionada con la realidad original en el momento que fueron realizadas.

Un fragmento de una obra recién descubierta de Delfina Luna de Herrera (1827-1912). Cortesía Guillermo Monsanto.

Mientras hacía el recorrido, no pude dejar de pensar en el ejercicio que han estado realizando Michelle Belloso, Paulina Arce y Javier Fernández, entre otros varios, en Guatemala. Estos restauradores, contratados por el Ministerio de Cultura y Deportes, le han otorgado nueva vida a esculturas y pinturas que durante años estuvieron en el abandono.

En un equivalente de lo mejor que tenemos en Guatemala, estos restauradores han estudiado y abordado lienzos de fundamental importancia. Entre estos, los legados de Cristóbal de Villalpando, Juan Correa, Tomás de Merlo, Juan José Rosales y Delfina Luna de Herrera. También han dado conservación a valiosa imaginería y toda esta labor puede apreciarse en el Museo Nacional de Guatemala (Munag) en La Antigua Guatemala.

Esta labor puede apreciarse en el Munag.

Uno de ellos me expresó que la restauración de una obra de esa magnitud requería algo más allá del conocimiento y sus preceptos. Que era necesario adentrarse en la psicología para entender la esencia desde la que había trabajado el artista. Encontrar el ritmo de las pinceladas, la saturación del pigmento y la emotividad espiritual. De allí que ciertas creaciones consigan conmovernos.

Estos productos son más que técnica o estilo. Son el alma del artista, traducida al perfil constitutivo de la creación. Son el corazón de su productor y, al mismo tiempo, el reflejo de la estructura de sus contemporáneos. El arte y la tecnología son la máxima expresión de las sociedades. Aunque los estilos cambien, las obras jamás pasan de moda, no importa lo que algunos crean.

Visite al Área Colonial del Munag y aprecie, desde otra perspectiva, el espíritu de la pinacoteca. De verdad vale la pena.

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