Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Hasta la reforma de los años cuarenta del siglo pasado de la catedral de Pamplona, formaban parte fundamental de su espacio interior la vía sacra, también denominada como “la valla”, que era una especie de corredor limitado por un enrejado, los púlpitos y las caponeras ubicadas delante de la reja del coro. Vía sacra y caponeras se realizaron a consecuencia de un acuerdo capitular del 7 de agosto de 1829, si bien su ejecución material tuvo lugar entre 1830 y 1834.
La doble verja que unía, en las catedrales, el coro con la capilla mayor se denominaba vía sacra y servía para el uso exclusivo del cabildo en las celebraciones. En aquellas catedrales en las que se ha suprimido el coro de la nave central, también ha desaparecido la valla. Asimismo, se han perdido en otras muchas, si bien algunas, como la de Tudela (1766-1767), aún la conservan.
Vía sacra y caponeras se realizaron a consecuencia de un acuerdo capitular.
La antigua valla o vía sacra de la seo de Pamplona era de hierro y se decidió sustituir por otra de mayor empaque en 1829, siguiendo el modelo de las rejas bajas de las capillas, costeadas años atrás, en 1818, por el prior Judas Tadeo Pérez y de las barandillas de los púlpitos sufragados, por aquel mismo tiempo, por el arcediano de la Cámara, Pedro Vicente Echenique.
Antes de pasar a firmar el contrato con los artífices, el cabildo pidió modelos y condiciones de ejecución a distintos maestros latoneros de la ciudad. Una de las propuestas la firmaron José Mirepoix y Manuel y Felipe Hernández, que fue desechada. En enero de 1830, el dictamen de dos peritos, el maestro armero Marcos Vergara y el platero Pedro Antonio Sasa, se inclinó por la propuesta de los latoneros Agustín Romeo, Cristóbal Arrillaga y Juan Casas, argumentando su limpieza y pulimiento, entre otros extremos.
La escritura se formalizó el 21 de febrero de 1830 con estos últimos, nombrando el cabildo a los siguientes oficiales para ayuda: el carpintero Fernando Aramburu y el cantero Martín Oronoz, designando para cualquier duda al antes mencionado Pedro Antonio Sasa y su yerno Celedonio Yturzaeta. El coste de los 74 balaustres de latón, pasamanos y otros elementos ascendió a 40 131 reales fuertes.