Ramiro Pellitero
Profesor de la Facultad de Teología
Jesús, después de llamarlas, hace salir a sus ovejas. Por eso, propone Francisco, tenemos que abrir nuestras “puertas cerradas”, tristes y dañinas: nuestro egoísmo e individualismo, nuestra indiferencia ante quienes nos necesitan; nuestra cerrazón, incluso como comunidades eclesiales un tanto cerradas al perdón de Dios.
El papa nos invita, en cambio, a “ser como Jesús, una puerta abierta, una puerta que nunca se le cierra en la cara a nadie, una puerta que permite entrar a experimentar la belleza del amor y del perdón del Señor”. Así seremos “‘facilitadores’ de la gracia de Dios, expertos en cercanía, dispuestos a ofrecer la vida”. Finalmente, en su encuentro con el mundo universitario y de la cultura, Francisco se apoyó en Romano Guardini para distinguir dos tipos de conocimiento que no deben oponerse: el humanista y el tecnológico.
El primero es de por sí humilde y se sitúa al servicio de las personas y de la naturaleza creada. El segundo tiende a analizar la vida para transformarla, pero, si prevalece de forma inadecuada, ¿podrá la vida permanecer viva? colaboración Raíces y puentes.
No pretende el sucesor de Pedro sembrar pesimismo.
El papa en Hungría (V) “Pensemos, propone el papa a los universitarios húngaros, en el deseo de poner en el centro de todo no a la persona y sus relaciones, sino al individuo centrado en sus propias necesidades, ávido de ganar y voraz de aferrar la realidad”.
No pretende el sucesor de Pedro sembrar pesimismo, sino ayudar a reflexionar sobre la “arrogancia de ser y de tener”, “que Homero ya veía como amenazante en los albores de la cultura europea y que el paradigma tecnocrático exaspera, con un cierto uso de algoritmos que pueden representar un riesgo más de desestabilización de lo humano”.
Alude Francisco de nuevo a la necesidad de oponerse a la “colonización ideológica” de un mundo dominado por la tecnología, de un humanismo deshumanizado. Un mundo que cae en la tentación de imponer el consenso contra las personas mismas (de ahí el descarte de los débiles, de los enfermos, de los ancianos, etc.), en nombre de la paz universal.
En este ambiente, la universidad tiene la responsabilidad de promover el pensamiento abierto, la cultura y los valores trascendentes, junto con el conocimiento de los límites humanos. Pues la sabiduría no se logra con una libertad forzada e impuesta desde fuera. Tampoco con una libertad esclava del consumo. El camino es de la verdad que libera.