sábado , 23 noviembre 2024
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Epidemia de desesperación

Victoria De Julián 

Revista Nuestro Tiempo

La globalización ha destruido muchos empleos entre la clase trabajadora, lo que cercena su sentido de comunidad, autoestima y orgullo y los aboca a la desesperación.

Aunque la pandemia y el paro han sacudido a todo el mundo, el nobel de Economía Angus Deaton y la economista Anne Case han descubierto en Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo (2020) una epidemia que asola a Estados Unidos hasta el punto de hacer descender su esperanza de vida: los suicidios, las enfermedades relacionadas con el alcoholismo y las sobredosis de droga. Sísifo sube todos los días, cuesta arriba, una pesada piedra.

Debe llevarla a la cima de la montaña y después una fuerza la hace caer hasta la llanura para volver a empezar desde el principio. Lo hace en soledad. Según el mito griego, este rey hizo enfadar a los dioses, que le castigaron con semejante tarea inútil.

El filósofo Albert Camus retomó en 1942 esta imagen para ilustrar los sufrimientos del hombre moderno y presentar la encrucijada de si la vida vale o no la pena. Por eso, abre así su ensayo: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”. Angus Deaton y Anne Case conocen bien los padecimientos del pobre Sísifo: se parecen a los de los estadounidenses. Son profesores eméritos de la prestigiosa Universidad de Princeton, en Nueva Jersey. Deaton recibió en 2015 el Nobel de Economía.

Lo que había aumentado en Estados Unidos eran las enfermedades hepáticas.

Fue el reconocimiento a su compromiso con la investigación de las raíces de la pobreza. Case no tiene el Nobel, pero ha sido galardonada con el Premio Kenneth J. Arrow por sus estudios sobre los lazos entre salud y economía. También son un entrañable matrimonio que veranea en Montana. Les gusta trabajar juntos: desde investigar hasta cocinar y pescar.

En agosto de 2014 dedicaron sus vacaciones a emprender un nuevo proyecto: estudiar el vínculo entre felicidad y suicidio. Partían del hecho de que, en su apacible Montana, la tasa de suicidios cuadruplicaba la de Nueva Jersey. ¿Acaso la gente era menos feliz allí? ¿Por qué? Tiraron del hilo y vieron que el número de suicidios había aumentado en el país entero. Pusieron estos datos en contexto y descubrieron que no solo se incrementaban los suicidios, sino todas las muertes.

¿Sería una cuestión del envejecimiento? No: detectaron un aumento de mortalidad entre la gente de mediana edad, entre los cuarenta y los sesenta años. ¿Sería a causa de la crisis de 2008? Tampoco: la tendencia comenzaba en 1990. Durante cinco años siguieron la pista a los datos, a través de los registros del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, y constataron que entre 2014 y 2017 también se acrecentó el número de muertes de estadounidenses.

Se quedaron perplejos: la esperanza de vida nunca había caído durante tres años consecutivos. Solo había un precedente: entre 1915 y 1918, es decir, durante la Primera Guerra Mundial y la posterior epidemia de gripe.

El número de suicidios no era suficiente para explicar el aumento de muertes. Entonces, ¿por qué estaba muriendo la gente? ¿No había mejorado el capitalismo el nivel de vida y el bienestar material, como celebraba el propio Angus Deaton en su libro El gran escape? Deaton y Case encontraron un aumento en los “envenenamientos accidentales”.

“En nuestra (entonces) inocencia no sabíamos que era la categoría que incluía la sobredosis de droga, o que había una epidemia de muertes debidas a los opioides”, cuentan llanamente en su libro. Lo que había aumentado en Estados Unidos eran las enfermedades hepáticas por consumo de alcohol y, sobre todo, las sobredosis de droga; en concreto, de fármacos recetados para aliviar el dolor.

Suicidios. Opioides. Alcohol. Es difícil distinguir qué muerte fue accidental y cuál no. Si la sobredosis, en realidad, fue un suicidio. O si la persona que bebió hasta morir deseaba quitarse la vida. Por eso Deaton y Case las agruparon en lo que llaman “muertes por desesperación”. Los tres tipos de defunciones tienen en común que son autoinfligidas, carecen de un agente externo y revelan “una gran infelicidad de vida”.

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