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El Real Valladolid ha sumado tres puntos, que pueden resultar vitales en la recta final de la temporada, y sorprendió al Barcelona con su “valentía”, pues en esta ocasión sí mostró su versión más ofensiva, y seguridad en defensa, contra un rival amenazante, pero sin efectividad.
Ambos equipos saltaban al césped del José Zorrilla con numerosos cambios en sus filas, respecto a la anterior jornada liguera y, cuando el público se hallaba en plena protesta, haciendo airear bolsas negras, por los arbitrajes, Christensen subía el primer tanto al marcador.
Pero no para su equipo, sino para el conjunto local, debido a que marcó en propia puerta, cuando trataba de despejar un balón que iba para Larin, que esperaba en solitario para rematar. Así, ya en el minuto 2, los vallisoletanos adquirían ventaja para afrontar un partido que se preveía complicado.
La necesidad de los locales se tradujo en empuje. Y en una de las llegadas al área azulgrana -en este cotejo, dorada-, Ter Stegen salió mal, dejando la portería vacía y, para evitar el disparo de Plata, Eric García terminó derribándolo de manera clara, con lo que el colegiado no dudó a la hora de señalar la
pena máxima.
El encargado de transformar el penal fue Larin, con un disparo raso, pegado al poste izquierdo, que no pudo detener el cancerbero alemán. Era el 2-0 y la afición entregada a su equipo, para que mantuviera la intensidad, ya que el Barsa no podía perdonar más.
Querían más goles, y se volcaron en ese empeño, ante la posibilidad de que los azulgrana pudieran recortar distancias y aparecieran los nervios. Y llegó el tercero, con suspenso, puesto que fue revisado por el VAR por posible fuera de juego, pero finalmente se entendió que Larin salió en la posición correcta y el gol de Plata, a centro del delantero canadiense, subió al electrónico del estadio vallisoletano.
El Barsa, a través de su Pichichi, Lewandowski, inauguraba su casillero y aumentaba así su renta respecto a Benzemá, dejando el que sería el definitivo 3-1.