Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
En la sociedad navarra y occidental, todo acontecimiento festivo se ha traducido en un contraste respecto al devenir cotidiano. Los componentes de la llegada del Ángel de Aralar a Pamplona han variado, como en cualquier fiesta, caracterizada por ser un fenómeno dinámico. Algunas costumbres, las fundamentales, perduran, otras reaparecen, mientras que otras se han creado o recreado con el paso del tiempo.
Vamos a tratar de la visita anual, dejando para otra ocasión otras estancias extraordinarias, como la de 1689, tras el robo de aquel año, cuando se repararon sus desperfectos y hubo una gran procesión, presidida por el obispo, que finalizó en el monasterio de clarisas de Santa Engracia.
No abundan los testimonios escritos, sobre la visita anual, anteriores al siglo XVII, seguramente por su carácter repetitivo. El primero es de Martín de Argáiz y Antillón, prior catedralicio, en un manuscrito iniciado en 1623. Al dar cuenta de las obligaciones del chantre, señala la de costear el sermón “de la Dedicación y de San Miguel de Excelsis, que viene a ella por la tarde”.
No abundan los testimonios escritos.
De comienzos del siglo XVIII datan tres testimonios de la estancia entre martes y miércoles. El primero del prior de la seo, Fermín de Lubián, es muy lacónico y se refiere a la presencia de la efigie en las segundas vísperas del día de la Dedicación del templo, cuando llegaba a eso de las dos del mediodía, sin recibimiento por parte de los canónigos, ni protocolo especial.
El segundo es de Francisco García de Palacios, confesor y teólogo del obispo Pedro Aguado, que escribió un largo manuscrito, entre 1714 y 1716, sobre San Miguel de Aralar. Respecto a la estancia en Pamplona, es nítido al señalar poco más de veinticuatro horas: “Al amanecer de dicho martes salen del templo parroquial de Huarte para Pamplona la angélica imagen de San Miguel y su prodigiosa Santa Cruz acompañadas de los sacerdotes y algunos de los cofrades de Excelsis y de un buen número de devotos del país, sacerdotes y seglares que al Santo Arcángel van sirviendo hasta volver de Pamplona a Huarte al medio día del inmediato siguiente, miércoles”.
Tras anotar el júbilo y alborozo de las gentes, las visitas a San Nicolás, la catedral, San Saturnino y San Lorenzo, vuelve a repetir que partía hacia Aralar el miércoles “inmediato al martes de su venida”.
En tercer lugar, tenemos los datos de las cuentas del santuario. En las de 1706 se anota que permanecía en la ciudad un solo día y que en la ida y vuelta se pedía limosna. Los gastos pormenorizados anotan la cena del martes y la comida del miércoles para los acompañantes, así como las paradas en Erro a la venida y en Izurdiaga a la vuelta.
Continuará…