Ramiro Pellitero
Profesor de la Facultad de Teología
La vida cristiana (la vida coherente de los cristianos), lejos de ser rutinaria y aburrida, es una aventura de las más fascinantes que alguien pueda proponerse. Todos los cristianos hemos recibido en el bautismo la gracia. La gracia no es una cosa ni una sustancia, sino la amistad “gratuita” con Dios, que nos ofrece la ayuda para ir viviendo esa aventura en medio de las circunstancias de la vida.
Aparentemente, la mayor parte de los días no pasa “nada especial”. Pero todos necesitamos valorar cada día no tanto las cosas, como decía Saint-Exupéry, sino “el sentido de las cosas”. Además, no faltan sorpresas, alegrías y penas, e incluso crisis que nos afectan. Nosotros los cristianos tenemos más luces y fuerzas para afrontarlas y aprovecharlas para crecer. Y también más responsabilidad para ayudar a otros.
Hoy, en cambio, la teología es, debe ser, sobre todo una gran ayuda para la evangelización.
El Concilio Vaticano II, volviendo a las “fuentes” de la fe cristiana (la Sagrada Escritura y la Tradición, representada en los primeros siglos por esos grandes autores espirituales que son los Padres de la Iglesia), proclamó la llamada universal a la santidad y al apostolado para todos los cristianos, e incluso para todas las personas. Porque Dios llama a todos. Y a todos, a veces de maneras muy desconocidas, da los medios para encontrarse con Él y vivir con Él. No solo en el más allá de la muerte, sino ya en este mundo. Es lo que llamamos la santidad.
Santidad no significa acomodarse en esta vida mirando por encima a los demás. Al contrario, y para entenderlo, basta con mirar el ejemplo de Cristo. Santidad significa compromiso de cada uno por acudir a las necesidades de los otros, mejorar el mundo que nos rodea y cuidarlo para todos. Desde sus comienzos, los cristianos hemos procurado extender esa llamada, secundando el mandato del Maestro, de
bautizar y hacer discípulos de todos los pueblos.
Tras el bing-bang del Concilio, los papas –Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI y ahora Francisco– han ido desarrollando ese impulso que allí se dio, subrayando sucesivamente su contenido antropológico y ético, teológico y pastoral o evangelizador.
¿Qué papel tiene en ello la teología? Hay que reconocer que la teología, reflexión sobre la fe, durante muchos siglos, se ha desarrollado con frecuencia alejada de la vida corriente, como tarea exclusiva de especialistas. Hoy, en cambio la teología es, debe ser, sobre todo una gran ayuda para la evangelización, es decir, para la propuesta libre y gozosa de la fe cristiana.
Dentro de la teología, la teología pastoral –entendida como teología de la misión evangelizadora de la Iglesia– señala tres tareas principales: la propia de los misioneros (dirigida a los no cristianos); la evangelización renovada “hacia dentro” de los fieles católicos, para que respondan cada día mejor al mensaje del Evangelio; y la tarea ecuménica, que se dirige a restaurar la unidad entre los cristianos, históricamente quebrada sobre todo en el s. XI (separación de los ortodoxos) y en el s. XVI (separación de los protestantes). Estas tareas están hoy muy entrelazadas y son casi inseparables.
Continuará…