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El Barcelona de Xavi se ha acostumbrado a sufrir. Aparcado el debate del estilo cuando en esta parte de la temporada se está viendo obligado a hacer un ejercicio de supervivencia en cada partido, ayer volvió a aferrarse a la Liga con una victoria dramática contra el Valencia (1-0), que jugó la última media hora en superioridad numérica.
Un penal fallado, una expulsión, y terminar pidiendo la hora para llevarse los tres puntos contra uno de los equipos que malvive en la competición en los puestos de descenso, son circunstancias extrañas a las que no está acostumbrado el público del Spotify Camp Nou.
Raphinha celebra el tanto de la victoria azulgrana.
Pero parece que el aficionado culé empieza a entender las necesidades que ahora mismo tiene su equipo, y hoy lo arropó y lo alentó para que de nuevo pudiera resistir hasta el final.
Delante tenía al Valencia, que no esperó al Barsa atrás forzándolo a colgar 42 balones al área, como el Almería en el último partido de Liga, ni le arrebató la posesión para obligarlo a defender sin balón cerca de Ter Stegen, como hizo el Real Madrid en la ida de las semifinales de Copa.
Al menos, hasta que así lo exigió el sorprendente giro de guion que tuvo el choque.
Esperando en bloque medio, con más timidez que convicción, el conjunto che se plantó en el Camp Nou dispuesto a que durante el partido pasasen las menos cosas posibles. Pero se encontró con un tanto en contra al cuarto de hora, en la primera ocasión que tuvo el conjunto local.
Fue una asistencia magistral de Sergio Busquets en un desmarque de ruptura de Raphinha, que cabeceó al fondo de la red desde el corazón del área sobre la salida en falso de Mamardashvili.