Alberto N. García
Profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural
Revista Nuestro Tiempo
Por ejemplo, Netflix ha popularizado una estupenda y vibrante producción israelí (Fauda) o ha convertido en fenómenos planetarios la española La casa de papel y la coreana El juego del calamar. Hay decenas de casos similares en todas las plataformas con lo que, a pesar de lo que predican los apocalípticos, una vez más se demuestra que la globalización y el libre movimiento de ideas y productos… ¡benefician la diversidad en lugar de constreñirla!
Este nuevo paisaje de cadenas, plataformas, cuentas compartidas y fondo de armario ha convertido la ficción televisiva en un universo ingente, inmanejable. Como investigó Mikel Labastida en un reportaje publicado en Las Provincias, en junio de 2022 un español tenía a su alcance un catálogo de 4382 series.
Ante esta situación, habrá quienes sufran ansiedad y caigan en un lamento de rico.
Ante esta situación, habrá quienes sufran ansiedad y caigan en un lamento de rico: que si la burbuja va a estallar, que si se estrena mucha morralla, que si la edad dorada ha pasado, etcétera. Es una queja que se puede hacer desde el privilegio: el precio que paga el público por la abundancia, por la facilidad de acceso a las grandes series clásicas en los archivos de las plataformas, por propuestas muy segmentadas para sus nichos de edad o de gustos, el precio, decíamos, es que las horas del día son limitadas. Peor es trabajar en una mina.
Sí, puede que la inmensa oferta esté haciendo que el umbral de aguante del espectador mengüe, puesto que existen tantas otras cosas interesantes por ver que, vaya, uno puede cambiar de serie más fácilmente. Pero si le damos la vuelta al argumento también emergen beneficios: se ofertan más teleficciones con una longevidad mayor. Quizá ya no recordemos que antes nos gustaba un relato y, de repente, zas, lo cancelaban en su noveno capítulo por su escasa audiencia.
Eso ya no ocurre en el streaming; la temporada completa está asegurada. De igual forma, ahora tenemos acceso a muchas historias minoritarias que sobreviven precisamente porque no solo hay más abundancia de series para el público, sino que hay más abundancia de público para las series. Así, ese producto que solo ven cuatro gatos en Estados Unidos, al sumar cientos de gatos en otros países, se convierte en rentable y puede terminar de contar su arriesgada historia en una segunda temporada. De modo que, ante la pregunta de la entradilla, bastaría con traer la sabiduría del refranero español: “Si tienes pan y lentejas, ¿de qué te quejas?”.