El dato es demoledor: las exportaciones registraron un crecimiento consecutivo superior a los dos dígitos entre 2021 y 2022, un hecho que no tiene precedentes, por lo menos, en el siglo XXI.
El anterior crecimiento similar ocurrió en 2011, cuando las ventas al exterior aumentaron 22.9 por ciento del Producto Interno Bruto (BIP), aunque en esa ocasión no hubo un año previo ni posterior que superara los dos dígitos, como sucede ahora.
Para dimensionar la trascendencia de este éxito conviene advertir que una buena relación comercial interna y externa implican de ciertas condiciones que requieren la unión entre Estados y empresas.
Como mínimo, los países deben cumplir cuatro condiciones, las cuales se construyen con el tiempo. Primero, deben demostrar que pueden competir en los mercados internacionales. Seguidamente, hay que producir bienes o servicios de calidad, cuyos precios y valor agregado satisfagan los intereses de los capitales.
Además, los gobiernos están obligados a garantizar información completa y oportuna y, finalmente, los exportadores precisan planificaciones adecuadas y contactos idóneos.
En este punto es justo reconocer el aporte de la administración del Presidente de la República, quien personalmente se ha entrevistado con inversionistas y ha participado en encuentros internacionales donde ha promovido la producción nacional.
Adicionalmente, mediante el eje de Economía, Competitividad y Prosperidad, de la Política General de Gobierno 2020-2024, el Organismo Ejecutivo ha fomentado programas y proyectos que generan capacidades para el desarrollo de empresas y ha cimentado climas de negocios internos que invitan a la llegada de inversionistas.
Finalmente, mediante el fortalecimiento de las relaciones bilaterales y multilaterales, el
Gobierno incrementó la confianza con naciones amigas, lo que ha permitido que, en este momento, El Salvador y Honduras sean nuestros principales socios comerciales, sin que ello haya afectado la excelente relación histórica con Estados Unidos.