Guillermo Monsanto
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Murió, el domingo 12 de febrero, Ana María Martínez-Sobral de Segovia. Fue enterrada, discretamente y sin que circularan esquelas, el lunes 13 de febrero. Se puede entender que la familia prefirió un funeral alejado de los homenajes y expresiones de dolor que, el mundo del arte, sin lugar a duda le hubiera prodigado. Porque la maestra Martínez-Sobral fue una de las grandes y su legado es parte fundamental de la plástica contemporánea.
Como docente fue magnética. Especialmente cuando la ENAP fue intervenida por un convenio con el Ministerio de Cultura, por la Asociación de Artes Visuales para apoyar la formación del alumnado.
En el claustro compartió escena con Ramón Ávila, Rodolfo Abularach, Ramón Banús, Manolo Gallardo e Irma Lorenzana de Luján, entre otras figuras. El resultado fueron varias promociones de artistas que hoy integran lo mejor de la panorámica de la cultura creativa de Guatemala. Además, dio clases en la Universidad de San Carlos.
La maestra Martínez-Sobral fue una de las grandes.
También fue parte de la agrupación Comunicarte quedando registrada, como tal, en el compendio Arte Visual Contemporáneo Guatemalteco, documento de referencia que sitúa a sus miembros dentro de un panorama que abarca un amplio lapso desde finales del siglo XIX hasta finales de siglo XX.
Ana María Martínez-Sobral fue pintora, escultora, muralista, filósofa del arte, periodista cultural, pianista consumada, docente, abogada y notaria. Poseía una cabeza abierta a las ideas, las gentes y resuelta a lo creativo como fin natural de las ideas. Siempre dijo lo que pensaba sin ofender a nadie pero sí con la autoridad acreditada por las escuelas y academias en las que se formó.
Entre su obra más destacada reluce El Popol Vuh de Ana María de Segovia (1986), registrado en una apología escrita por Hugo Cerezo Dardón. Esta se presentó en la sala nacional Enrique Acuña Orantes e incluyó música, pintura, un libreto creado por el famoso locutor Roberto Rodas Molina (quien también lo interpretó) y efectos visuales.
Como muralista, creó obra de gran envergadura. Entre ellos, sus trabajos en el edificio Tikal Futura, de cemento in situ, que abarca los tres primeros niveles del recinto (150 metros de largo por 14 de alto) y en México, Inframundo, mundo, supramundo, también de grandes proporciones, confeccionado a petición de la Universidad de Arquitectura de aquel país.
Entre su actividad televisiva produjo 70 documentales (1979) de contenido educativo. Entre ellos hay una entrevista al mismísimo Francisco Tún. En Radio Faro Cultural lideró el programa La rosa de los vientos (1972) dedicado a “El arte y la cultura en Guatemala”.
Alcanzó incontables medallas y otros méritos. Ganó, entre todos estos, el Glifo de Oro de la Bienal de Arte Paiz de 1992 y fue “Artista del año” en 2014.
Cierro estas palabras recalcando que fue una artista amada y respetada. Una maestra de la plástica que debió haber sido velada en la Gran Sala. Descanse en paz. Le rindo este humilde homenaje por sus kilates.