Juan de la Borbolla Rivero
Revista Nuestro Tiempo
Para salvaguardar el papel del periodismo en las sociedades libres, propiciaron que más de cuatrocientos comunicadores de trece países se formaran en Pamplona. Unas semanas antes de que concluyera mi posgrado, tuve la enorme suerte de charlar con don Ismael Sánchez Bella. Aquel 7 de mayo (día de mi cumpleaños) tanto el entonces vicerrector como un servidor habíamos llegado temprano a una cena de antiguos alumnos que iba a celebrarse en el edificio Central.
En lo que parecía solo un simple gesto cortés, me preguntó cómo me había ido durante esos meses, a lo que le contesté, con todo entusiasmo, que tan maravillosamente que ojalá pudiera continuar ahí. Me dijo que lo buscara el lunes a primera hora en su despacho. Y aquella entrevista dio un giro radical a mi vida, porque don Ismael, con su optimismo innato, me hizo ver que podría cumplir esa ilusión desarrollando mis estudios de doctorado.
Durante mis tres años en Pamplona tuve la suerte de escuchar extraordinarias lecciones.
Esa misma tarde me acerqué a la oficina de Telefónica situada enfrente de la hoy centenaria plaza de toros de Pamplona para llamar a mi novia, María Elena Morán. Tras valorar varias opciones, decidimos casarnos en Ciudad de México ese verano para poder regresar a Pamplona el 2 de octubre. Fue así como comenzó una apasionante aventura no solo matrimonial sino también académica para ambos. Mientras yo asistía a los primeros cursos monográficos de doctorado de la Facultad de Derecho, disciplina en la que me había licenciado en México, María Elena se inscribió en diversas iniciativas del Instituto de Educación Familiar y llegó a ser adjunta de la inolvidable profesora Ana María Navarro, esposa del catedrático de Geografía Manuel Ferrer Regales.
Para apoyarme económicamente en esa aventura doctoral me ofrecieron coordinar las ediciones octava y novena del PGLA a las órdenes de Francisco Gómez Antón y Aires Vaz, de quienes tanto aprendí. A pesar de sus ocupaciones, María Elena también se involucró de manera increíble y se convirtió en una auténtica amiga y confidente para algunas alumnas. Durante mis tres años en Pamplona tuve la suerte de escuchar extraordinarias lecciones (de los profesores Luka Brajnovic, Gonzalo Ortiz de Zárate, Miguel Urabayen, José Tallón, Ignacio Bel, Manuel Casado…) y de contar con grandes directores para mis dos tesis: Alfonso Nieto tuteló la del PGLA y José María Desantes, mi investigación doctoral. Por otra parte, no puedo dejar de agradecer la sabiduría y la confianza que también recibí del entonces decano Carlos Soria, con el que colaboré como adjunto en la materia de Derecho a la Información.
Continuará…