Guillermo Monsanto
Foto: Cortesía Guillermo Monsanto
Como señalé la semana pasada, he visitado varias veces el Museo Nacional de Guatemala (Munag) y no puedo reprimir el gozo que cada visita me ha provocado. El área del arte moderno y contemporáneo exhibe piezas, que poca gente conocía, de un valor plástico incalculable.
En este corto recorrido me brinco el siglo XIX. Este necesita un análisis más amplio debido a que está marcado por los avatares políticos acaecidos durante esa centuria. Años decimononos en los que abundaron los aportes literarios, aparece la fotografía, resalta la música, escultura y grabado, entre otras expresiones. Es un período matizado por la evolución industrial.
El área colonial está dominada por pinturas y esculturas de gran factura. El retablo dorado con pan de oro acredita con donaire un oficio que, hasta el presente, es abordado con maestría. La platería y los objetos litúrgicos son verdaderas joyas que representan una época de oro en el producto a cargo de los gremios calificados. En fin, se puede hablar de una escuela antigüeña bien cimentada y variada.
Comprar objetos robados no es coleccionismo.
Entre las obras de autores significativos debo enfocarme en un pintor: Tomás de Merlo (1694-1739). Artista antigüeño que apenas vivió 45 años pero que legó al país varios lienzos de inestimable valor. Algunos de ellos exhibidos al público en el Museo de Arte Colonial y otros, restaurados como corresponde, en el Munag.
Según sus investigadores, nació en una familia de artistas. Su padre, Tomás de la Vega Merlo, y su hermano fueron artistas visuales.
Entre sus pinturas al óleo creó una serie de 11 cuadros sobre la pasión de Cristo de los cuales solo pudo realizar 9. Algunos de ellos sustraídos con violencia, en 2014, del templo del Calvario, en la otrora Santiago de Guatemala.
De estas acaba de aparecer en un allanamiento, muy maltrecha, La oración en el huerto. Siguen sin aparecer La curación de Malco, Jesús ante Caifás, La flagelación, El rey de burlas y La Piedad. Trabajos, todos, de un dramatismo expresivo que le ha otorgado el puesto que ocupa dentro del panorama pictórico de Guatemala. De las piezas citadas, la de Malco posee un especial valor gráfico y compositivo, ya que es el diablo mimetizado entre los soldados quien señala a Cristo para que lo hagan prisionero.
Es imperativo reflexionar; aquel que compra arte robado no es un coleccionista. En realidad es un ladrón de arte y eso está penado por la ley.
Existe en la Academia de Geografía e Historia un estudio que ahonda en la producción de este artista y señala algunas de las locaciones en donde se puede apreciar su obra tanto en La Antigua como en la capital.
El museo vale la pena. No hay excusas para no visitarlo. El solo hecho de pasear por el Palacio de los Capitanes Generales, ver el paisaje y sumergirse en el arte nacional de todos los tiempos es una oportunidad como pocas.