Patricia Orantes Alarcón
De acuerdo con la Revista de Comunicación y Salud, volumen 6, la comunicación para el desarrollo surge de un proceso estratégico adoptado por agencias de cooperación internacional en la década de 1950, en Estados Unidos. Fue impulsada por la United States Agency for International Development (Usaid) y en las Naciones Unidas (Fnuap) a través de campañas de comportamiento para temas de nutrición y desarrollo humano.
Asimismo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) empleó la educación para la formación de agricultores y tecnologías agrícolas saludables, mientras que El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, (en inglés Unicef) la utilizó para el bienestar de los niños y sus madres.
Es importante mencionar que la comunicación para el desarrollo basa sus intenciones en teorías psicosociales y de persuasión como de relaciones públicas centrándose en cambios de comportamiento individuales gracias a la difusión de mensajes a públicos con características convergentes.
La comunicación para el desarrollo y el cambio social se institucionalizó como campo de estudio, con varios autores y enfoques.
Según Martínez (2012), la comunicación para el desarrollo busca establecer y diseñar los mecanismos apropiados al contexto local y hacer uso de los canales de comunicación existentes para visibilizar el logro y sostenibilidad de los proyectos, planes y programas que involucran al individuo de forma compleja, en función del dialogo de doble vía entre los diferentes actores del proceso, lo cual permite, además, la implementación de herramientas comunicacionales individuales, grupales y de mesa con el fin de incidir favorablemente en las dinámicas sociales.
Además de actuar como agente movilizador, integra grupos humanos, desarrolla la actividad social, involucra personalidades con características heterogéneas en el proceso de vida y propicia el bienestar y sostenibilidad individual y social. Entonces, la comunicación para el desarrollo reconoce que la protección de capital social, económico y ambiental involucra aspectos necesarios para lograr un desarrollo productivo.
Por ello, se deben gestionar estrategias de comunicación para el desarrollo, con el propósito de obtener como resultado una sociedad saludable, que se convierta en un reto que debe asumirse desde cualquier individuo, sector, comunidad, ya sea en el ámbito local, regional o nacional.
El enfoque inicial de este tipo de comunicación es que las comunidades deben ser actores centrales de su propio desarrollo, donde la comunicación no debe persuadir sino facilitar el diálogo y que no debe centrarse en los comportamientos individuales sino en las normas sociales, las políticas y la cultura. En una segunda etapa, apoyada también por la Fundación Rockefeller, vio la necesidad de vincular el proceso de reflexión a experiencias concretas, en el sentido de que, si bien el cuerpo teórico no estaba totalmente definido, la realidad mostraba, en cambio, una variedad de experiencias.
En concordancia, Sosa (2010) afirma que la comunicación para el cambio social aparece como un paradigma donde se rescata y profundiza el camino recorrido por la comunicación para el desarrollo y por la comunicación participativa incorporando nociones innovadoras y progresistas de los modelos de modernización. Las cuatro claves de la comunicación para el cambio social son: a) el diálogo, b) el apoyo, c) la participación y d) el propósito. Por ello, la comunicación para el cambio social puede convertirse en una plataforma que facilite el diálogo, ya sea interpersonal, intergrupal o mediado a través de algún canal de comunicación que sea óptimo para sus audiencias.