Frank Gálvez
Locutor y Periodista
Los recuerdos conforman nuestra identidad. Si no fuera por ellos, todo lo que existiría sería el presente, tal y como se puede ver en la película Memento (2000), dirigida por Christopher Nolan: si perdiéramos la memoria, probablemente no podríamos tomar decisiones.
Nos reduciríamos a animales instintivos, solo con las conexiones neuronales con las que nacimos. Para la identidad individual, nuestra memoria sirve como un ancla muy importante. Es una forma de medir nuestra existencia hasta ahora, por medio de nuestras experiencias personales, meramente porque podemos perpetuarlas y se sienten reales a nivel endógeno: bien dicen que “recordar es volver a vivir”. El filósofo David Hume exploró el vínculo entre la personalidad y la memoria, explicando que nuestros recuerdos ayudan a establecer enlaces entre los eventos y las experiencias de nuestras vidas.
La memoria autobiográfica es el desarrollo de la relación con uno mismo. Aunque, ¿qué tan confiable es nuestra memoria? El profesor de Harvard Oliver Wendell Holmes, Sr., dijo una vez: “La memoria es una red; uno la encuentra llena de peces cuando la toma del riachuelo; pero docenas de litros de agua la han atravesado sin permanecer en ella”.
”La mejora continua es mejor que la perfección retrasada“ (Mark Twain).
Al final el sentido general de uno mismo depende del propósito que se acumula a largo plazo. La reminiscencia guía nuestras decisiones, planes y comportamientos diariamente. Nos permite dirigir el futuro basados en la comprensión del pasado personal, y es es el “pegamento” que otorga el éxito: la diosa de la victoria sonríe a los fuertes de espíritu.
Tu conocimiento y conciencia es lo que te informa sobre ti mismo, otras personas y las experiencias sociales que te hacen distintivamente humano.
Te vuelves consecuente al demostrar autoestima, y es ahí donde debes reflexionar sobre tus acciones, modificar conductas, regular emociones y dar forma al individuo en el que te estas convirtiendo. La existencia es impredecible ya que no somos conscientes del futuro, por lo que hay que vivir todos los días como si fueran el último.
Sin rencor, debemos aprender el hermoso lenguaje de la gratitud y el perdón. La culpa es un antagonista formidable, así que debemos tener cuidado con lo que decimos y hacemos, para que luego no terminemos con ningún arrepentimiento que nos carcoma por dentro. La vida es corta, no hay tiempo para estar enfadado u odiar a alguien, ¡solo hay que irradiar amor y sonreír! Luchemos desde hoy por ser un buen recuerdo y también por recordar el bien en los demás.