sábado , 23 noviembre 2024
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Alto jornal, de Claudio Rodríguez (I)

Joseluís González 

Profesor y escritor @dosvecescuento 

Los primeros versos que leí de Claudio Rodríguez (1934-1999) se me quedaron ¿pero, a quién no? por dentro, remansándose: “Siempre la claridad viene del cielo;/ es un don: no se halla entre las cosas/ sino muy por encima, y las ocupa/ haciendo de ello vida y labor propias./ Así amanece el día; así la noche/ cierra el gran aposento de sus sombras”. 

Pertenecen a Don de la ebriedad, que empezó a escribir a los diecisiete años, andariego a solas por serenas llanuras de Castilla, contemplativo, y apareció en 1954 aunque con pie de imprenta de 1953, justo cuando el poeta acababa de cumplir los veinte y conoce a Clara Miranda, su mujer. El título puede entenderse como la emoción inspirada por un regalo de entusiasmo, de conmoción, de aclamación.

Con ese original libro, o más bien ese espacioso poema, ganó el Premio Adonáis, en medio de su licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid, hoy la Complutense. Gerardo Diego, a quien de adolescente leyó, José Hierro, Luis Felipe Vivanco, José Luis Cano y el catedrático Florentino Pérez Embid compusieron el jurado, en la séptima vez que se concedió.

Con ese original libro, o más bien ese espacioso poema, ganó el Premio Adonáis.

No figuraba Vicente Aleixandre, que le remitió estas palabras tras aparecer el volumen: “Perdona lo que te voy a decir, pero tú no volverás a escribir más. Tu caso va a ser parecido al de Rimbaud”. Por fortuna, quien iba a ser Nobel de Literatura un cuarto de siglo después se confundió, como lo confirman los siguientes títulos de Claudio Rodríguez.

Releo Alto jornal, con la voluntad de que usted se adentre por su cuenta en la poesía de este hombre. Este romance heroico (versos endecasílabos donde los pares riman en asonante, aquí en á-o) lo incluyó en su segundo poemario, Conjuros (1958), al poco de titularse en Filología Románica. Escoltado de cerca por Aleixandre, el libro es optimista y en sus líneas resuena esperanza. Aquel octubre, Claudio viaja a la Universidad de Nottingham a ejercer de lector: da clases de Lengua y Literatura Españolas, lee, estudia, refina su inglés. 

El curso siguiente se casa con Clara. En 1960 el matrimonio se traslada a Cambridge, en cuyo campus él enseña. En verano de 1964 volverán a España.

Alto jornal lo forma una sola y larga frase encadenada con la conjunción y, como el lenguaje infantil, que cuando cuenta agolpa cosas y cuando pide lo acumula todo: y…, y…, y… Pero es más que una kilométrica y risueña frase. 

Alto jornal, no Jornal alto, recrea (encarna) una revelación. 

                                                                               Continuará… 

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