Juan Pablo Sims
Investigador del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales
Los últimos cinco años han marcado profundos cambios en los flujos de intercambio internacional por diversos factores: guerra comercial, pandemia, guerra ruso-ucraniana y, ahora, las proyecciones de una recesión global.
Gracias al consenso bipartidista norteamericano, Estados Unidos ha normalizado una política económica poco ortodoxa, imponiendo tarifas y restringiendo la exportación de algunos productos a China.
En esta línea, el presidente Joe Biden recientemente prohibió la exportación de tecnología avanzada de semiconductores a China, y planea subsidiar por cientos de miles de millones de dólares la inversión en la manufactura doméstica. Como consecuencia, un reajuste del comercio internacional es inevitable.
Los grandes ganadores de esta gran transformación han sido las economías del sudeste asiático.
Paradójicamente, los grandes ganadores de esta gran transformación han sido las economías del sudeste asiático. Desde 2018, las importaciones de EE. UU. han aumentado en un tercio, explicado mayoritariamente por una expansión de las exportaciones del bloque Asean, que agrupa a prácticamente todas las naciones del sudeste de Asia.
En consecuencia, la participación del gigante asiático en las importaciones estadounidenses se ha reducido considerablemente. China representaba casi la mitad de las exportaciones de Asia a EE. UU., que ahora es un poco más de un tercio.
Si bien Chile todavía tiene una posición privilegiada para tomar ventaja de su larga relación comercial con mucho del sudeste asiático, resulta preocupante que la actual administración no esté llevando a cabo acciones concretas para profundizar nuestra presencia en esa región.
Como sabemos, los esfuerzos de gobierno han estado en la cuestionable negociación de las cartas laterales del TPP11 y en la renegociación del acuerdo de modernización con la Unión Europea, en vez de centrados en estrechar lazos políticos y económicos con los países del sudeste asiático. Asean es un mercado de casi 700 millones de habitantes, con múltiples economías en desarrollo, pero de rápido crecimiento, por lo que los productos chilenos tienen una gran proyección.
Después de haber logrado integrar a Chile al comercio internacional, abriendo los mercados de Norte América, Europa y el Este de Asia, hoy, Chile necesita una diplomacia ágil que pueda adaptarse a los cambios y reenfocar los esfuerzos.