Fotos: EFE
De nuevo, en los cuartos de final del Mundial 2022 de este sábado contra Marruecos, Fernando Santos sostuvo la suplencia en la selección portuguesa de Cristiano Ronaldo, ni tan indiscutible ni tan intocable como en el pasado, relegado fuera de la alineación principal en el tramo decisivo, por segunda vez seguida 18 años después, en el campo desde el minuto 50, eliminado de la única competición que le faltará a su magnífico currículo, terminada su última oportunidad entre lágrimas.
El único futbolista capaz de marcar un gol en cinco Mundiales jamás será campeón del Mundo. Ni tampoco alcanzará la mejor marca de su selección, el tercer puesto de Inglaterra 1966, ni a Eusebio como el máximo goleador de la historia de Portugal en la Copa del Mundo, con 9 tantos, uno más de los que ha logrado Cristiano Ronaldo, que termina su aventura en el torneo de los torneos con la frustración de un adiós inesperado en cuartos, con el camino solitario hacia el vestuario. Desolado. Eliminado.
Y en la suplente. Cuando el equipo llegó al estadio Al Thumama, al sur de Doha, el escenario de la mayor goleada hasta la fecha del Mundial 2022 (el 7-0 con el que España apabulló a Costa Rica el pasado 23 de noviembre), el once ya era público. De los últimos en bajar del autobús, sonriente, con el gesto del pulgar hacia arriba cuando cruzó la puerta del estadio, caminando con sus compañeros hacia el camerino, uno de los pocos que no llevaba auriculares en las orejas, saludó al utilero a la entrada para sentarse en su sitio. Suplente.
Con naturalidad, junto al resto de reservas, salió luego al terreno de juego 40 minutos antes del comienzo del encuentro, entre el calentamiento del once inicial. Miró a un lado, a otro, y se puso a tocar el balón como cualquier otro junto a sus compañeros, mientras sonaba la música electrónica a todo volumen sobre el terreno de juego, del habitual DJ que transforma la hora previa a cada duelo en una discoteca al ritmo de su mesa de mezclas.
Después, a las órdenes del preparador, junto al resto de los suplentes, empezó la activación y el calentamiento, durante unos minutos, para volver a tocar el balón y retomar el camino al vestuario. Uno más. O no tanto. Cuando sonó cada nombre de Portugal en la megafonía, entre la música, entre la indiferencia generalizada, nada más despertó entusiasmo (o pitos, según el bando) el número 7: Cristiano Ronaldo.
Pepe le entregó el brazalete de capitán, justo a su entrada al campo por Ruben Neves (también ingresó Joao Cancelo por Raphael Guerreiro para el lateral izquierdo), y Cristiano conectó con el balón, lo condujo, dribló y lo puso en el área. No hubo rematador. Él y Goncalo Ramos, su sustituto en el once en los dos últimos choques, juntos en el ataque. También Joao Félix. Dos generaciones separadas por una década y media.
Cristiano reclamaba un balón rápido al recogepelotas, el cronómetro iba en contra, el marcador también. Objeto de una falta después, no paró de pedir el esférico, de ejercer como capitán, como líder, de ordenar a sus compañeros. No alcanzó a un centro de Bruno Fernandes. Dejó un balón con el pecho para el remate de algún colega. No llegó nadie. No hubo manera para su equipo ni para él de revertir el adiós frente a Marruecos. Ni siquiera cuando otra dejada atrás habilitó el tiro de Joao Félix… Y la magnífica parada de Bono, que atrapó también la última ocasión de Cristiano, ya en el tiempo añadido, en el suelo después cuando Pepe falló un cabezazo que parecía el 1-1.
A sus 37 años, en su quinto Mundial, con el mérito de ser el único que ha anotado en cinco Copas del Mundo, el astro luso ya sufre el cambio generacional en la selección, como también lo ha vivido en el Manchester United con Erik Ten Haag… O en las ofertas para un nuevo destino.
Solo ha sido suplente en 8 de sus últimos 186 partidos con la selección. Da la dimensión de la decisión tomada por Fernando Santos. Las dos veces que ocurrió en el Mundial fue en la tercera cita de grupos, con su equipo clasificado.
El Mundial ha terminado para él. Para todo Portugal.