Fotos: EFE
La selección española logró ayer la mayor victoria de su historia en los mundiales con el 7-0 con que apabulló en la primera jornada del grupo E de Catar 2022 a Costa Rica, que, a la vez, sufrió su peor derrota de todos los tiempos en la fase final del torneo, por encima de los 3 goles de diferencia con los que había sido derrotado en 3 de sus 18 duelos precedentes en esta competición.
Los españoles hicieron lo necesario para evitar una sorpresa.
El equipo dirigido por Luis Enrique Martínez rebasó el 6-1 con el que España se impuso a Bulgaria el 24 de junio de 1998, en el Mundial de Francia, cuando el actual seleccionador aún era jugador. Marcó un gol en aquel encuentro, el 2-0 en el minuto 18. Antes había anotado su compañero Fernando Hierro, y después lo hicieron Fernando Morientes, en 2 ocasiones; Georgi Bachev, en propia puerta, y Francisco Narváez, Kiko. España fue eliminada en la fase de grupos, pese a ese triunfo.
Por el contrario, Costa Rica jamás había perdido con tanta severidad en un Mundial. Hasta ahora, sus mayores derrotas se habían limitado a una desventaja de 3 tantos. Así fue en el 2-5 contra Brasil, el 13 de junio de 2002; en el 1-4 propinado por Checoslovaquia del 23 de junio de 1990 y en el 0-3 frente a Ecuador, el 15 de junio de 2006.
El ejemplo japonés en las gradas
No dio tiempo a una celebración excesiva porque poco después de que Japón lograra un histórico triunfo sobre Alemania, los protagonistas abandonaron el terreno de juego y así se despobló la grada; los seguidores nipones fueron a lo suyo y, como es su tradición después de cada partido, limpiaron el área que utilizaron.
No es manía de unos cuantos, sino algo intrínseco en su propia cultura. Pero los aficionados de Japón se afanan al término de los partidos en retirar la basura de su alrededor. Sacan de sus mochilas bolsas de plástico, de color azul, y depositan en ellas cualquier desperfecto abandonado en los asientos,
caído en el suelo.
Así ocurrió una vez concluido el duelo frente a Alemania. Tenían un gran motivo de jolgorio y de alegría. Cuestión de educación, de hábito. Aunque ya no sorprende tanto.