domingo , 24 noviembre 2024
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Si llueve, que llueva (II)

Juan González Tizón 

Revista Nuestro Tiempo

“El objetivo principal ha sido rendir homenaje al género de la zarzuela. Lo que importa no es tanto la obra, que también, sino cómo la hemos llevadoa cabo”, dice Antonio Sierra, alumno de 6.º de Medicina. Su violín y él son dos veteranos de la representación.

Toca su instrumento desde que tiene uso de razón. Sin embargo, es la primera vez que participa en un espectáculo de este calibre, con la interdisciplinariedad de talentos como una de las protagonistas.

Lleva implicado en la orquesta de la Universidad desde primer curso, pero nunca había tenido la oportunidad de tocar en una zarzuela y, además, hacerlo en el foso del Museo. “Un broche increíble para mi carrera. Es  verdad que al principio era un poco escéptico respecto al proyecto por la gran complejidad de esta obra.

Pero esto no me echó para atrás y, una vez integrado, disfruté una barbaridad”, afirma Antonio. Al estar situados todos allí, en esa enorme caja de madera, la música no necesita de ningún tipo de amplificador: asciende y retumba por las butacas hasta la última fila.

Al comienzo de la obra, los ciudadanos hablan de recibir al Año Nuevo. Pocos minutos después este hecho cobra el sentido más literal posible: el Año 1889.

Quintas, el director, con la mitad del cuerpo fuera del foso y la otra mitad dentro, aunaba el coro con los músicos. “La coordinación es de lo más complicado. No vemos lo que pasa por arriba, así que solo sabemos cuándo entrar siguiendo la batuta”, cuenta Antonio, que explica también que para conseguir ese orden se requiere mucha exigencia.

Durante la representación, hay un momento en el que un personaje del foso se asoma e interactúa con los actores: “Hola, ¿cuándo vamos a poder merendar?”. El propio Quintas desaparece en una ocasión y provoca un retraso en el ensayo y, una vez de regreso en su puesto, pone la excusa de que había mucho atasco para llegar.

Estos elementos metateatrales suponen una novedad para algunos instrumentistas,  cuya experiencia se limitaba a conciertos con una orquesta. “Ahí abajo, en el foso (dice Antonio), las risas están aseguradas nada más empezar. Son graciosos los sonidos extraños que debemos hacer a lo largo de la zarzuela; como cuando se imita el ruido del viento. Ahí, todos nos ponemos a soplar, no solo los que tienen instrumentos de viento. Eso es bastante gracioso”.

Después de muchos ensayos, en el backstage, actores y músicos se  preparan para el estreno. Unos afinan sus instrumentos mientras otros ultiman el maquillaje o repasan sus líneas por enésima vez.

Al comienzo de la obra, los ciudadanos hablan de recibir al Año Nuevo. Pocos minutos después este hecho cobra el sentido más literal posible: el Año 1889 (representado por Álvaro Chiva, alumno de 4.º de Periodismo y Filología) es el protagonista. La mayoría de actores tiene varias capas: cambian de personalidad en diferentes ocasiones, entran y salen del ensayo de forma constante, mientras resuenan las risas de muchos. 

                                                                                        Contiuará… 

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