Teresa Sádaba
Directora del ISEM Fashion Business School
Hace pocas semanas, Zara, la cadena española de moda con tiendas en todo el mundo, anunciaba su entrada en el mercado de segunda mano. Con una prueba piloto en Reino Unido, a través de la plataforma Zara Pre Owned, ofrecerá la posibilidad de revender a otro particular, reparar o donar a la Cruz Roja prendas usadas de cualquier temporada.
Esta iniciativa se enmarca dentro de los pasos que Inditex, su casa matriz, está dando en el área de la sostenibilidad. De este modo, la moda rápida entra en un mercado, el de segunda mano, que en muchos países está viviendo una época dorada.
La compraventa de productos de segunda mano apareció y se expandió en los siglos XVIII y XIX, pero en el siglo XX sufrió un declive y una estigmatización. Ahora, en pleno siglo XXI, emerge con una renovada popularidad. En Estados Unidos, las estimaciones de ThredUp, uno de los gigantes del sector, apuntan a que el mercado global de segunda mano crecerá un 24 por ciento en 2022, y que en 2026 duplicará su volumen y alcanzará los 82 billones de dólares.
En el caso de los productos de lujo, el crecimiento del mercado de segunda mano (que tiene un volumen de 24 mil millones de dólares) está siendo cuatro veces más rápido que el del mercado primario (12 por ciento frente a 3 por ciento).
La posibilidad de reciclar prendas o repararlas para darles nueva vida supone un cambio de mentalidad y de actitud.
Muchos analistas sitúan el origen de este enorme crecimiento en la crisis económica y los datos de inflación y, por tanto, en la necesidad de ahorro y de compra orientada al precio. Sin embargo, los estudios académicos apuntan a un escenario más complejo, en el que las motivaciones de compra presentan un interesante mix que permite observar nuevas tendencias de consumo.
En Estados Unidos ha aparecido la frugalidad en el consumo como un nuevo estilo de vida, que se ha visto acentuado tras la pandemia y el confinamiento. Se busca comprar menos y ser más creativo con lo que se elige, de manera que el precio (lo que cuesta un bien, una cuestión objetiva) y el valor (que le atribuye el comprador, una cuestión subjetiva) ahora son particularmente relevantes para los compradores.
La posibilidad de reciclar prendas o repararlas para darles nueva vida supone un cambio de mentalidad y de actitud, sobre todo en un mercado de hiperconsumo como el norteamericano.
Algunas marcas han sabido canalizar esta revolución en los valores de los consumidores para convertirse en referentes de la sostenibilidad como, por ejemplo, Patagonia, que donaba anualmente el 1 por ciento de sus beneficios y acaba de anunciar la donación de la marca para la lucha contra el cambio climático. Porque para los consumidores frugales, el impacto social y medioambiental es una variable importante de compra.
Un juego para los centeniales: las motivaciones de los consumidores de segunda mano no son solo económicas o de sostenibilidad. Factores como el ocio o el entretenimiento también parecen jugar un papel importante en este nuevo patrón de consumo. Ojear prendas y buscar gangas o tesoros también son estímulos importantes. Sobre todo para los más jóvenes, que parecen encontrar en el hecho de ir de compras un divertimento que acerca la compra al juego.
De hecho, el mismo reporte de ThredUp señala que un 62 por ciento de los mileniales y generación Z buscan productos de segunda mano antes que nuevos.
Continuará…