María Ángeles Burguera
Profesora de ISEM Fashion Business School
Revista Nuestro Tiempo
Sesenta años después del primer desfile de Yves Saint Laurent (1936-2008), la fundación que aúna su legado ha rendido homenaje al modisto, con exposiciones en seis museos de París. A los veinticinco años presentó su primera colección de alta costura, el 29 de enero de 1962, en París y hasta su retirada, en 2002, Yves Saint Laurent resultó ser un diseñador prolífico y sorprendente. Hace dos decenios, tras su última pasarela retrospectiva, algunas de sus geniales piezas han vuelto a desfilar por las principales galerías parisinas.
La inédita inmersión creativa Yves Saint Laurent en los museos desvela cómo el diálogo constante del modisto con pintores, escultores y literatos de diferentes épocas insufló un inestimable aliento a sus obras.
“La moda, con sus locuras, pasa, mientras que el estilo permanece”, solía repetir Saint Laurent, convencido de que con su trabajo perseguía, como tantos otros artistas, un ideal estético inalcanzable. Si bien sus colecciones reflejan la huella de grandes creadores de los siglos XVIII al XX, sus fuentes de inspiración no se pueden limitar a lo plástico.
Desde la adolescencia amaba la literatura, el teatro y el ballet.
Desde la adolescencia amaba la literatura, el teatro y el ballet. Fue en su casa familiar de Orán (Argelia), mientras preparaba figuras recortables para un escenario improvisado, donde arraigó su conversación con las artes, una constante en su carrera.
Siempre que Yves Saint Laurent preparaba un bosquejo, elegía el taller de costura más adecuado entre una decena y se iniciaba una correspondencia confidencial: desde el palacete del 5 rue Marceau salía el sobre numerado con el esbozo y volvía luego con los patrones listos. Entonces se cortaban los toiles (telas en algodón blanco) y se confeccionaba una pieza previa. Era el último paso para un prototipo único, al que se añadían botones, joyas o sombreros con un mimo artesanal.
Durante su despedida en 2002, aludiendo a Nietzsche, afirmó haber buscado a “sus fantasmas estéticos” para sobrevivir. “Si la vida solo es posible gracias a ellos (dijo), creo que los encontré en Mondrian, Picasso, Matisse, pero también y sobre todo en Proust”. Por eso no es extraño que En busca del tiempo perdido, su novela de cabecera, fuera el eje central del espacio que el Musée d’Orsay dedicó al diseñador.
En el gran Salón del Reloj, vestidos confeccionados para el Baile Proust, en el centenario del nacimiento del novelista (1971), lucieron junto a cinco versiones de su célebre smoking femenino: una prenda, notablemente embellecida, con la que Saint Laurent quiso desbancar al traje de noche y dotar de un nuevo poder a las mujeres.
Continuará…