Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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Como parte de las novedades de la guerra entre Ucrania y la Federación Rusa, se visualizan otras trincheras en la profundidad del campo de batalla de hecho, en otras latitudes que mueven los ejes de poder e influencia hacia determinados objetivos estratégicos, otros protagonistas que se benefician de los resultados de la contienda actual.
Luego de la supuesta Operación Especial, que no alcanzó el objetivo de colapsar a la nación ucraniana gracias a la resistencia de su población, marca un hito en la historia contemporánea que demuestra que por la libertad se puede luchar, inclusive hasta la muerte. Por la tierra y la sangre es la consigna que mantiene viva la energía de un pueblo que no se ve sometido a la esclavitud posmoderna impuesta por la política de expansión territorial de Moscú, que pretende reestablecer un pasado caduco e innecesario en el tercer milenio.
El ejército ruso perdió la voluntad de lucha de las fuerzas terrestres (fundamentales para alcanzar la victoria), que son las encargadas de consolidar los objetivos y tomar posesión del terreno; sin ellas, la guerra se mantiene en un impasse favorable a las fuerzas militares ucranianas que siguen recuperando territorios y poblaciones que se encontraban bajo la irrupción de la invasión. La contraofensiva continua, a menor velocidad, pero efectiva.
Los soldados rusos no entienden por qué luchar, y ahora con la ayuda de mercenarios están en la construcción de una línea defensiva endeble que lleva por nombre Wagner, muy similar a la Sigfrido (de 630 kilómetros) de la Segunda Guerra Mundial, con la cual los nazis trataron inútilmente de detener el avance de los aliados hacia Berlín. La decisión es compleja por lo que significa para los invasores y las oportunidades para las tropas de Kiev.
Luego de los éxitos de las operaciones del ejército de Ucrania, la respuesta de Moscú es contundente hacia puntos críticos de la infraestructura energética, con masivos bombardeos y drones Kamikaze que han logrado destruir un tercio de las plantas generadoras de energía (eólicas, solares e hidroeléctricas); así mismo, la suspensión del suministro de agua potable en varias ciudades agrava la subsistencia de los ucranianos.
La actitud de silencio de China en toda esta controversia va más allá de la neutralidad. Rusia y China firmaron un compromiso ilusorio de amistad, siendo en realidad un matrimonio “sin límites ni áreas prohibidas de cooperación”, como lo anunciaron en su declaratoria luego de la firma de dicho pacto.
China también estableció un convenio de protección con Ucrania, engañando con defenderlos contra cualquier agresión, lo cual hizo que los ucranianos optaran por desechar su
armamento nuclear.
La catástrofe va tomando forma mundial, en lo económico, lo político, lo social y militar, el surgimiento del dragón rojo que ambiciona el liderazgo total, se está moviendo por todo el mundo estructurando ya no una ruta de la seda, sino una red de hegemonía que le dé el control del planeta y, por si fuera poco, de nuestro futuro. Pero para llegar a esa situación el caos y la incertidumbre tomarán las riendas del porvenir y, como se vislumbra, no es nada agradable
para la humanidad.
Es urgente visualizar esos escenarios probables y no deseables a través de una prospectiva que permita asegurarnos una salida de este laberinto que, hoy por hoy, nos tiene atrincherados mientras se desmorona el mundo que conocíamos y el futuro diseñado para nuestros herederos.
La guerra va a continuar con sus sobresaltos, donde la muerte se va a exacerbar con todo ser viviente, la devastación será el común denominador de este tiempo, luego vendrán las consecuencias inevitables de la confrontación en la búsqueda de la ilusión de una paz frágil y condicionada por los intereses de las
potencias.