Luis Eduardo López, médico y cirujano
Hospital de Ginecobstetricia del IGSS
En esta entrevista, el médico analiza los avances en el combate al cáncer de mama, desde las perspectivas de la prevención, tratamiento, cirugía e impacto emocional.
¿Cuánto ha avanzado la ciencia en la prevención de la enfermedad?
Con la mamografía se reduce la mortalidad hasta en un 20 por ciento.
¿Ese porcentaje es esperanzador?
Es poco, pero hay que recordar que se trata de diagnósticos, no de cura. Simplemente, si se detecta temprano, las cantidad de sobrevida llegan al 95 por ciento.
¿En prevención solo existe la mamografía?
También los ultrasonidos. En pacientes con antecedentes de primera línea (mamá y hermana tuvieron la enfermedad), está la resonancia magnética. Finalmente, hay un estudio nuevo llamado tomosíntesis, que es en 3D, que permite ver pieza por pieza.
En materia de control y eliminación del cáncer, ¿cuánto ha mejorado el conocimiento?
Está la inmunohistoquímica, tratamiento dirigido a determinado paciente. Por ejemplo, para alguien que no responde a hormonas, hay quimioterapias especiales. Está el trastuzumab, que evita la reactivación de la enfermedad, que es inyectable. Además, el HER2 y los tumores hormonales, que implican tratamientos especiales que suprimen el estrógeno.
¿Hacia dónde se apunta en materia de combate de la enfermedad?
A la inmunoterapia, que es tratamiento dirigido, mejor al trastuzumab, que ofrece una tasa de sobrevida mucho más alta a la quimioterapia convencional. Este nuevo tratamiento no tiene efectos tan severos.
¿Qué es la inmunoterapia?
Me explico: en una parte de la célula, el cáncer se sienta; entonces, lo que hace este tratamiento es inactivar ese receptor, y cuando la enfermedad se va a sentar, le quita la silla y el mal desaparece. Esto se recomienda después de la cirugía y de la radio y quimioterapia. También hay otro que combate áreas específicas y no todo el pecho. Se colocan algunas semillas con radioterapia en puntos precisos.
En diagnósticos, ¿hay progresos en los estudios?
Cuando se ve algo sospechoso en las mamografías, y por la salud de la paciente, no se toca nada. Se tienen herramientas en la que se marca, por coordenadas, el área donde está la alteración y la persona va al quirófano con una marca que sale de la piel. Son operaciones más directas, que llamamos de precisión oncológica.
Hablemos de cirugías, ¿cómo han evolucionado?
Mucho. Antes se quitaba hasta costillas y hay casos en los que desarticulaban el brazo y eliminaban los ganglios, porque se decía que la enfermedad era local.
Luego se determinó que la cirugía no era el único pilar, porque la enfermedad iba en la sangre y se implantaba en la mama. Ahora se maneja una mezcla entre cirugía y
quimioterapia.
En Guatemala tenemos los tres procedimientos: cirugía, quimio y radioterapia. Ya no se mutila, solo se quita el tumor y parte de los ganglios de la axila y el ganglio centinela (que nutre a los demás). La ciencia también permite la fluorescencia, que se inyecta el pezón para identificar la enfermedad.
¿Qué viene después de la operación?
Hay un aspecto emocional poco abordado. Las pacientes deberían ser llevadas a una reconstrucción de pecho. Hay algunas que se hacen con los tejidos y músculos de la enferma. De igual manera, están los implantes y la restauración del pezón.
Conviene decir que estas cirugías no pueden ser inmediatas, porque deben esperar el final del tratamiento.
¿La falta de un pecho afecta alguna función del organismo?
No, tampoco hay secuelas funcionales, pero sí emocionales.