domingo , 24 noviembre 2024
Inicio MIS SESENTA AÑOS

MIS SESENTA AÑOS

Guillermo Monsanto
[email protected]

Foto: Cortesía Luis Armando López Bautista

Mañana, 14 de octubre, cumplo sesenta años. Quizás por el tipo de oficio que ejerzo, le doy importancia a las temporalidades y encuentro, como ya lo he anotado, un valor especial al registro de determinados acontecimientos.

Si bien, este plazo es una fecha importante solo para mí, es improbable no reseñar (como lo hice hace una década), esta celebración. Plazo al que entro muy agradecido y que considero la última etapa de mi vida. Claro, nunca se sabe.

No sé cuál habría sido mi destino de no haber nacido en Guatemala. Este país es determinante en el fluir de sus habitantes: o te lleva la corriente o encauzas sus oportunidades. Además de la suerte de haber nacido aquí, tengo que subrayar que también lo fue haber aterrizado en el hogar de mis papás y que, tanto ellos como mis abuelos, se hayan preocupado por mi educación y enseñarme que no hay cosecha si no se gana trabajando.

Los sueños se cumplen.

En otras palabras, aprendí a currar muy joven. También le agarré gusto a la lectura. A estos tesoros se suma tener los hermanos que me tocaron y los amigos que encontré en el camino.
El arte llegó tempranamente. Me gustaba la música desde muy pequeño (aunque tengo que reconocer que nunca fui muy bueno con el piano).

La pintura en 1977 y el teatro en 1991. Alma Monsanto me subió al escenario contribuyendo para que yo me realizara el resto de mi existencia al enseñarme a cantar y bailar para actuar en sus musicales. Así evolucionaría más de 40 años hasta fundar, junto a Luis López Bautista, Cofradía Escarlata. Entidad en la que ambos hemos escrito libretos originales y atraído a talentosos teatristas. Imposible no mencionar a Carlos Estrada quién ha creado música especial para muchos de los montajes.

La Galería El Attico es una constante en mi vida desde 1988. Junto a Luis Humberto Escobar, con quien tengo una sólida amistad de más de 38 años, creamos un cuadro que me facilita fluir por un caudal de oportunidades que me han mantenido sumamente ocupado hasta el presente.

La galería y su Centro de Documentación me brindaron la plataforma ideal para la investigación, el registro de importantes obras, artistas y el medio para publicar mis ideas. Es, en resumen, un punto de obligado de encuentro con otros profesionales.

No se puede pedir más. El plazo que un chico de 19 años se puso frente a un espejo en la ciudad de Ámsterdam llegó en un suspiro. Todo lo que me planteé en la antepenúltima década del siglo XX se cumplió. De paso, debo agregar que en aquel momento me prometí que no importaba cómo, pero yo iba a ser feliz en esta vida.

Pues bien, tengo sesenta años y lo único que se me ocurre es que ahora tengo que planificar unos 25 años más de felicidad y luego ya veremos. Me doy cuenta de que lo que deseé se me cumplió y lo que quiero ahora es evolucionar con paz, dignidad y alegría.

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No sé cuál habría sido mi destino de no haber nacido en Guatemala. Este país es determinante en el fluir de sus habitantes: o te lleva la corriente o encauzas sus oportunidades. Además de la suerte de haber nacido aquí, tengo que subrayar que también lo fue haber aterrizado en el hogar de mis papás y que, tanto ellos como mis abuelos, se hayan preocupado por mi educación y enseñarme que no hay cosecha si no se gana trabajando.

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En otras palabras, aprendí a currar muy joven. También le agarré gusto a la lectura. A estos tesoros se suma tener los hermanos que me tocaron y los amigos que encontré en el camino.
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La galería y su Centro de Documentación me brindaron la plataforma ideal para la investigación, el registro de importantes obras, artistas y el medio para publicar mis ideas. Es, en resumen, un punto de obligado de encuentro con otros profesionales.

No se puede pedir más. El plazo que un chico de 19 años se puso frente a un espejo en la ciudad de Ámsterdam llegó en un suspiro. Todo lo que me planteé en la antepenúltima década del siglo XX se cumplió. De paso, debo agregar que en aquel momento me prometí que no importaba cómo, pero yo iba a ser feliz en esta vida.

Pues bien, tengo sesenta años y lo único que se me ocurre es que ahora tengo que planificar unos 25 años más de felicidad y luego ya veremos. Me doy cuenta de que lo que deseé se me cumplió y lo que quiero ahora es evolucionar con paz, dignidad y alegría.

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