Eduardo Castillo
Revista Nuestro Tiempo
Las más recientes crisis globales (tanto la guerra en Ucrania como la pandemia) han puesto el foco sobre las dos caras de la moneda de los derechos de propiedad industrial e intelectual. Por un lado, su importancia para garantizar la innovación y, en definitiva, el desarrollo tecnológico y cultural de la sociedad.
Por el otro, el peaje de los derechos de exclusiva que otorgan a sus titulares y su alcance comercial cuando tienen por objeto tecnologías disruptivas.
En el ámbito sanitario, la gestión de la emergencia a raíz del Covid-19 ha elevado el número de críticos con la industria farmacéutica. Algunas voces se cuestionan la conveniencia de que vacunas y medicamentos estén cubiertos por derechos de patente, e incluso atribuyen a estas compañías la creación deliberada de alarmas como estrategia para incrementar sus ventas.
El coste de desarrollo de un medicamento, teniendo en cuenta las anteriores circunstancias, se calcula en torno a los 2500 millones de euros.
Ahora bien, si hay un sector donde los derechos de exclusiva (en este caso, los derechos de patentes) juegan un papel clave para el progreso científico, ese es el
farmacéutico.
Sin esa recompensa que brinda el ordenamiento jurídico (la patente) por divulgar la invención y ponerla al servicio de la comunidad, resultaría imposible asumir los multimillonarios gastos que genera el descubrimiento de fármacos y vacunas, incluidos los que se quedan en el camino, que son muchos más de los que finalmente alcanzan el mercado.
El coste de desarrollo de un medicamento, teniendo en cuenta las anteriores circunstancias, se calcula en torno a los 2500 millones de euros.
La solución al acceso a los medicamentos y a las vacunas no radica, como también se ha sugerido, en suspender los derechos de patente en situaciones como las que hemos vivido. Porque el marco legal (y no solo el español) dispone de herramientas para garantizarlo sin necesidad de expropiar o vaciar de contenido los derechos del titular, aunque parezca lo más fácil y hasta aplaudido, si el discurso de partida no es el adecuado.
Por ejemplo, relacionado con las vacunas, si el titular de la patente no produce la cantidad necesaria, se le puede imponer la concesión de licencias obligatorias a favor de terceros dispuestos a explotar la patente.
Este tipo de medidas suponen un instrumento eficaz para que determinados medicamentos lleguen a la población de territorios comercialmente olvidados a través de iniciativas públicas o de entidades benéficas.
Continuará…