Rewind me
David Lepe
Me considero seguidor del FC Barcelona. En los noventa comenzó mi atracción hacia este equipo que, aunque representa a una ciudad de España, por ratos da la impresión que es la comunidad rechazada en ese país europeo.
Como desde hace más de 30 años no hay nada más guatemalteco que ser “Visca Barça” o “Hala Madrid”, recuerdo muy bien que los fines de semana no me perdía los partidos del Barcelona en La Liga. Criticaba con golpes bajos todo lo relacionado con el Real Madrid (“el Mandril” para los amigos) y defendía hasta lo indefendible del Barça (“el Farza” para los pesados).
Para completar una verdadera afición al Barça existen algunas ideas y emociones extras que se llevan en el corazón, como afirmar que Messi es el mejor del mundo (sabiendo que se le hubiera dificultado serlo sin Xavi o Iniesta como compañeros) o desear en secreto que Guardiola brille como entrenador en el Manchester City.
Pero existe un fenómeno que, aunque atrae dolor y rencor, también brinda una satisfacción única: Odiar a Luis Figo. Este jugador portugués era el capitán y líder del FC Barcelona, pero decidió interrumpir su contrato e irse a jugar al equipo archirrival, el Madrid. Y no solo eso, lo peor es que triunfó en el equipo blanco.
Este año, Netflix estrenó El caso Figo: El fichaje del siglo.
Antes del cambio de camisola, Figo era mi ídolo. Después de su salida del Barça, tachada como “traición” por muchos, lo odié. Es tanta la repulsión que aún le tengo que cada vez que veo una fotografía de él, lo insulto. Lo sé, nadie dijo que era un trabajo fácil ser aficionado de un equipo de futbol internacional.
He visto varios documentales de producciones españolas y británicas acerca de Figo y su salida del club blaugrana.
Este año, Netflix estrenó El caso Figo: El fichaje del siglo, un documental de dos horas de duración que, aunque aborda nuevamente este tema, tiene dos grandes ventajas: se centra en la contratación del jugador y entrevista a los principales protagonistas como presidentes de clubes, compañeros de equipo y agentes de futbolistas que más parecen personajes de The Sopranos.
Esta historia, que sentó las bases de los futuros fichajes de jugadores de futbol en Europa, incluye política, engaños, mentiras, triunfos y caídas. Me quedó la sensación de que uno de los objetivos de esta obra es que Figo, después de décadas de guardar silencio, por fin habla acerca del caso y comparte “su verdad”.
Al finalizar el documental, resulta imposible ignorar las preguntas: ¿Aplaudimos a quien tuvo éxito sin ser ético? ¿Felicitamos a quien ganó millones de euros basado en engaños? ¿Mi verdad puede ser la mentira de alguien más?
Mejor me quedo con el clásico de La Liga del 23 de noviembre de 2002 en el Camp Nou, cuando Figo jugó por primera vez en Barcelona ya como integrante del Real Madrid, evento en el cual grité insultos a la televisión cada vez que salía el portugués en la pantalla. “Ya estás asustando a nuestro perrito”, dijo mi mamá en esa ocasión.
No es que esté orgulloso de esto, pero como ya lo he mencionado, no es fácil ser seguidor de un equipo de futbol extranjero.
Lo que es sencillo es dominar el gentil arte de odiar a Figo. Sí, acompáñame, disfruta el documental de Netflix y después grita conmigo: “¡Figo traidor!”. ¿Ves? Nada complicado. Resulta hasta liberador.