Foto: EFE
Los paraguayos recibieron ayer con júbilo a su primer cardenal, Adalberto Martínez Flores, cuya adhesión en el consistorio en Roma marcó un hito para su país, donde hace 475 años fue fundado el primer obispado del Cono Sur americano.
A bordo de un autobús descapotado y escoltado por motociclistas de la Policía, Martínez se desplazó acompañado de una nutrida caravana de vehículos desde el aeropuerto Silvio Pettirossi hasta la Catedral Metropolitana de Asunción, en pleno corazón de la capital paraguaya.
El ambiente festivo, característico en este país de celebraciones futbolísticas, se apoderó de las calles por las que discurrió la fila de automóviles, mientras un emocionado Martínez bendecía con cariño a los feligreses que, banderas o móviles en mano, saludaban al nuevo jerarca católico.
En el aeródromo lo esperaba un coro de niños y distintas personalidades de Luque, que obsequiaron al flamante cardenal un crucifijo de filigrana en plata, típico de su país, y que él de inmediato se colocó.
“Realmente, no esperaba un recibimiento así”, afirmó el cardenal en medio de un enjambre de periodistas que lo aguardaban en el aeropuerto e insistió en que su nombramiento es un “homenaje de amor” del sumo pontífice a Paraguay.