Frank Gálvez
Locutor y Periodista
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Cuando tenía como 5 años, mi madre tomó mi mano y me llevó al cine a ver Fantasía, de Disney. Entre todas las escenas que la componen, recuerdo con claridad cuando Mickey multiplica las escobas para que limpiaran por él, y en ese momento ella me dijo al oído: “Si quieres que las cosas salgan bien, debes esforzarte sin tomar atajos”, y sembró de esta forma la semilla del trabajo en mi corazón.
También gracias a esa película principiaría mi camino en la música académica que fructificaría con dirigir Los Sentimientos de la Música, por TGW, desde ya casi un par de décadas. Algunos años después, ella me enseñaría a leer y a escribir, pero no en el concepto de la formación primaria: me enseñó a poner mis ideas en orden al redactar y también a apreciar el tesoro de la lectura que gradualmente se convertiría en parte crucial de mi existencia.
Mi madre, siempre trabajando, esforzándose y siendo un parteaguas en todos los proyectos que ha realizado, sembrando amor al prójimo y a su profesión dondequiera que va. Y aunque esté ocupada todo el día, siempre dedica tiempo a su familia, “corona en su cabeza”, como ella dice.
”Las relaciones con mis seres queridos siempre tendrán prioridad sobre mi trabajo“ (Lexa Doig).
Estos son tan solo unos trazos ¿eh? Pues realmente ha hecho muchas cosas grandes más por mí. Si un buen paradigma he tenido en esta vida ha sido ella, y la fortuna de crecer con su ejemplo me nutre de una deuda moral incuantificable. Desearía poder hacer más, amar más, dar más.
Pero la vida muchas veces tiene otros planes que hacen del itinerario un verdadero ajetreo y ese es el punto de esta columna ¿Ha compartido usted con sus seres queridos hoy? No importa si son sus hermanos, hijos, padres o amigos; es importante convivir con la gente que ama.
Meditemos: si una persona cerca de los 30 años se va de casa a hacer su vida lejos y sus padres ya son personas mayores ¿Cuántas veces los volverá a visitar desde ese punto? ¿Unas dos veces al año? Suponiendo que ambos padres ronden los 60 años, y vivan unos 20 más (7300 días aproximadamente), significa que solo los volverá a ver en promedio 40 veces más durante su vida. Tomemos un minuto para absorber eso.
Dicen que la vida está compuesta de instantes, pero yo diría más que, aunque llevemos a la gente que amamos en nuestro corazón, siempre debemos hacer espacio para detenernos y contactarlos. No lo dé por sentado. Aunque el teléfono y las redes sociales acortan distancias, nada se compara al calor humano. Abrácelos, dígales cuán importantes son, y demuéstreles cuánto valen. Siempre hay tiempo cuando se ama.