sábado , 23 noviembre 2024
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Llevemos la voz de Guatemala a todo el mundo

Yara Tobar
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Innovación, creatividad, disrupción son términos que se han anclado en el mundo empresarial como indispensables para garantizar la supervivencia de las empresas. Sin embargo, cuando hablamos de modelos económicos de países, esos términos deben tomarse en cuenta.

Las ‘ideas’ han revolucionado eras y transformado a la humanidad. Fue de ideas que surgieron la rueda, la navegación, el 0, la agricultura, el fuego, la llegada de los europeos a América, la llegada del ser humano a la Luna.

Entonces, ¿por qué no hablar de una industria creativa en la que la materia prima sean las ideas? Desde hace más de una década se ha planteado la posibilidad que la economía naranja (la industria de los bienes y servicios creativos) pueda ser una alternativa viable para Latinoamérica. El BID la define como la oportunidad infinita.

Por economía naranja se entiende a ese conjunto de actividades que, de forma encadenada, convierten las ideas en bienes y servicios culturales, las cuales se dividen en tres grandes categorías: las artes y el patrimonio cultural, las industrias culturales convencionales y las creaciones funcionales, nuevos medios y software.

Este nuevo modelo económico es la 4a. revolución
industrial.

Visualizamos inmediatamente a las artes escénicas, el turismo cultural, la industria editorial y de educación, la gastronomía, el diseño, la producción audiovisual y fonográfica, conciertos, teatro, software de contenido, desarrollo de nuevas aplicaciones, publicidad, arquitectura, industria gráfica, diseño industrial, por mencionar a algunas.

Y visualizamos la gran oportunidad que tiene Guatemala para impulsar la economía naranja como un motor de desarrollo económico y transformación social. Ya no es suficiente el discurso de la riqueza histórica, cultural y natural de Guatemala y cómo esta puede ser un motor económico. Y sí, ya es hora de que gobiernos, funcionarios públicos y sociedad civil nos tomemos en serio el incentivar esta industria que puede contribuir de forma tan significativa a la economía, más allá de las remesas.

¿Cómo? ¿Qué debería pasar? Cuatro sectores deben trabajar en sinergia para proponer una alternativa viable: El sector público. La función del sector público es la de crear políticas públicas que fomenten el desarrollo, la formalidad y estabilidad. En Colombia, donde antes de la pandemia las industrias de la economía naranja ya representaban el 10 por ciento del PIB, se sancionó la Ley Naranja, que busca desarrollar, fomentar e incentivar y proteger las industrias creativas.

La academia: es necesario que desde la academia instituciones educativas primarias y de nivel superior agreguen a los procesos de enseñanza y formación y apuesten por carreras relacionadas con la creatividad y diversidad cultural.

Mencionemos que desde la educación primaria se pueden introducir metodologías activas como STEAM, aprendizaje basado en personas y proyectos y design thinking, entre otros. Las universidades pueden enfocarse en carreras de generación de contenido y producción audiovisual, entre otros. Instituciones de apoyo al emprendimiento.

Estas instituciones deben priorizar el desarrollo de la economía naranja como incubadoras y aceleradoras de empresas. Sociedad civil: esta es importante porque es la que demanda y valora el servicio o el bien. Ahora bien, podemos hablar mucho sobre economía naranja, pero si no se comprende que el valor de estos bienes y servicios se fundamenta en la propiedad intelectual y la certeza jurídica, estaremos construyendo en arena.

Según el informe del BID, lo que explica que los trabajadores creativos en Estados Unidos sean 14 veces más productivos que sus pares de la China es la mayor protección que se da a la propiedad intelectual en el país americano. Este nuevo modelo económico es la 4ª. revolución industrial, porque tiene el potencial de constituirse en el quinto rubro de exportación en el mundo y, como contribuyente, aporta hasta dos y media veces más que los gastos militares del mundo.

Por ello, es indispensable que cualquier modificación a la legislación relativa a la propiedad intelectual que afecte al país se estudie cuidadosamente y consulte con los afectados.

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