David Lepe
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Afinales de los noventa y casi de la nada apareció el grupo musical Spice Girls, formado por cinco mujeres, cada una metida de lleno en su personaje. Este proyecto nos devolvió la impresión de que el pop podía ser divertido y colorido, como un chicle bomba sabores cereza, piña o naranja.
Era extraño que para alguien como yo, que se las llevaba de rocker, no era tan mal visto que le gustara Spice Girls. Nunca tuve sus discos, pero no cambiaba de canal cuando programaban sus videos, vi algunos conciertos en TV por cable y sabía los nombres de las integrantes, o por lo menos los sobrenombres: Sporty, Baby, Scary, Ginger y Posh.
En 1998 se estrenó en Guatemala su filme Spice World.
En 1998, con todo y su “girl power” afresado, se estrenó en Guatemala su filme Spice World. Nadie quería acompañarme a verla, hasta que llegó mi amiga América, una tarde de miércoles 2×1 en entradas al cine, a invitarme a ver una película. Le propuse el de “las Spice” y aceptó al instante.
Comenzó la proyección con comedia y música. En mi caso, reía con las bromas y tarareaba las canciones. En resumen: yo contento. América estaba quieta, callada, como reflexionando algo importante. No me preocupó.
Siguieron los chistes. Ginger regañó a Scary por hacer trampa en el juego de ajedrez: “No puedes hacer eso, lo dice quien inventó las reglas hace años: el Señor Ajedrez”. Yo reí. Mi compañera de función se mantuvo en silencio.
Continuaron las escenas graciosas. Sporty molesta a Posh acerca de su look: “Pobre Posh, no sabe si vestir con el pequeño vestido negro Gucci”. Solté una carcajada, pero el lado de mi vecina parecía más un cementerio que un miniconcierto de pop.
Hubo más actos como cuando las Spice se toparon con unos extraterrestres (Ginger le da un beso a uno de ellos) y el entrenamiento de las coreografías con una supuesta disciplina militar (todas vistieron una camisa y pantalón estilo camouflage, menos Posh, que usa un minivestido).
Al salir de la sala de cine mostré una sonrisa, me sentía complacido. El rostro de mi amiga estaba serio. Con toda la ingenuidad del caso comenté: “Muy buena”.
Ella volteó a verme y dijo, con una voz estilo la de James Earl Jones: “¿Por qué me trajiste a ver esa basura?” (La verdad, utilizó una palabra más fuerte). Sorprendido respondí: “¿No te gustaron las Spice Girls?”
“Es una estupidez. Es malísima. A vos te gustó porque cada vez que salía la Posh se te salía la baba, y más cuando sale bañándose”, me reclamó. Y sí, la verdad, la escena en que se ve a Posh en la bañera, que por cierto dura dos segundos, digamos que resulta inolvidable.
“Confié en tu criterio”, fueron sus últimas palabras. Entre risas nerviosas y un sentimiento de pena, me disculpé.
Al final, tengo el agrado de compartir la noticia de que mi amiga, con el tiempo, me perdonó. Pero hasta el día de hoy, cuando ella quiere expresar que me tiene cariño, me dice: “Fui con vos a ver la de las Spice Girls”. Y siempre le respondo: “Yo también te quiero”.