Guillermo Monsanto
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El martes 19 de julio pasé una tarde espectacular acompañado de varios artistas escénicos y visuales. Luego de visitar juntos una muestra antológica nos fuimos a tomar café frente al parque del pueblo y a componer el mundo.
Mario Lanz (quien es muy difícil de ver en galerías y concursos a pesar de ser tan bueno), José Peñalonzo, Yasmin Hage y Rodolfo de León condujeron la conversación por diferentes e interesantes derroteros. Entre estos, la manera tan particular con la que Lanz y de León percibieron detalles de la retrospectiva visitada.
Ya en la cafetería se habló, en una especie aleatoria de energías, de tantos temas como de intereses que teníamos los presentes. Por supuesto el Covid-19 es el protagonista que inicia cualquier conversación y, alrededor de este, los derivados que incluyen desde política mundial hasta teorías conspirativas. Interesante porque este apartado lo terminamos hablando de la basura y la selección de productos sólidos y orgánicos y la resistencia que tienen algunas personas para responsabilizarse de hacer dicha separación.
Rodolfo de León es un artista espontáneo, afable y legible por la transparencia con la que se comunica.
Luego pasamos al tema de las convocatorias, los curadores y los desaciertos. Los encargados de hacer las purgas no siempre están en sus cabales y eso queda más que claro en algunos de los guiones expositivos. Una obra de arte puede o no gustarnos, sí. Sin embargo, lo que interesa es entender si esta es buena o mala y, luego, indicar por qué se decidió incluirla o eliminarla de la selección general. En este campo he escuchado disparates como que determinado juez se decantó por un x cuadro, muy malo, porque le parecía divertido.
También que tal trabajo no había pasado porque el pintor, muy bueno, estaba atrapado en una temática y que quería motivarlo a buscar un cambio ¡por favor!
Cuando el tema recayó en mi persona, pasé una de las vergüenzas más grandes de los últimos meses (porque en febrero tuve otra). Ambas producto de no estar enfocado en mis misiones.
Resulta que, sea cual fuera la excusa que yo quiera dar, Rodolfo de León me visitó en mi oficina y cuando me subieron a consultar, yo pregunté ¿y quién es Rodolfo de León? (si es que eso fue lo que dije) ¿Qué estaba haciendo? No sé, pero fue una descortesía que me dejó perplejo.
En algún momento tengo que hablar más detenidamente de la pintura y el teatro producidos por este artista. Por el momento, voy a subrayar el carácter escénico que encuentro en sus cuadros. El rico empaste, la figuración ecléctica procedente de un realismo paralelo cuya narrativa nos cuenta historias.
La manera como enfrenta la abstracción de sus personajes y el ejercicio crítico incluido es su fábula expresiva. En su legado hay sensibilidad poética y un trasfondo cultural fundamentado desde la riqueza de la lectura.