José María
Sánchez Galera
Revista Nuestro Tiempo
Dicho de otro modo: el héroe de cada pueblo y cada era o civilización es un mensajero idóneo de sendos valores, es una concreción cultural de nuestro modelo óptimo de ·vida buena.
De hecho, Gomá comienza el segundo tomo de su tetralogía sobre la ejemplaridad con esta anotación: “¿Qué es lo justo, lo bueno, lo útil, lo santo, lo noble, lo bello, en definitiva, lo humano? Lo que hacen y dicen los héroes ejemplares”. En conversación, asegura Gomá que el héroe, “siendo un ejemplo corporal, sensible e individual, es portador de una normatividad aplicable a más casos, universal, y, en consecuencia, digna de imitación”.
En Aquiles en el gineceo, este filósofo vasco expone que el héroe homérico nos enseña a aceptar los límites de la existencia, aprovecharla al máximo y dotarla de sentido.
La Odisea es un canto intenso a la vida, con sus pesares y sus dichas concretas y tangibles.
Podríamos decir que lo heroico consiste en bajarse al terreno embarrado, para jugar entregándose por completo y asumiendo todas las consecuencias.
Preguntado por este punto, Javier Gomá responde: “Aquiles no es como nosotros, pero nosotros sí somos como Aquiles, porque todos, nosotros y él, estamos empeñados en la misma empresa fundamental: aprender a ser mortal.
En tiempos de Homero, eso consistía en salir del gineceo y navegar a Troya para morir joven y ser el mejor de los hombres. Ahora emprendemos igual aventura pasando del estadio estético de la vida al ético, con su atractivo y pesadumbre, y allí aguantar el ser”. En el caso de la civilización occidental, quizá haya dos grandes padres fundadores: para judíos y cristianos, Abraham, padre en la fe, y, para todos, Odiseo, quien, tras navegar por los mares e islas entonces inexplorados, retorna a casa con su esposa, hijo y padre.
En su empeño por lo real y en su rechazo a vivir en un mundo de fantasía, es nuestro héroe, porque lloraba ante los feacios revelando su nombre (ya no era Nadie, como había dicho al cíclope), balbuciendo en la catarsis: “Nada resulta más dulce que la propia patria y los padres”.
La Odisea es un canto intenso a la vida, con sus pesares y sus dichas concretas y tangibles, es la convencida elección de lo cismundano, con sus defectos, por encima de los cantos de sirena y los supuestos deleites de las ninfas. En palabras de García Gual, Aquiles es más valiente, Odiseo más astuto y aventurero, “y, en cierto modo, más moderno y humano, el héroe un tanto ejemplar y sufrido, y al que más amaron los griegos”.
Puesto que la civilización occidental, en su síntesis de lo griego y lo romano, lo judío y lo cristiano, ha logrado ser la más universal, la vida de Odiseo sigue mostrándose como un paradigma de absoluta validez, y sus andanzas y su astucia continúan entusiasmando. Incluso sus penalidades y el modo como cuenta su vida nos resultan próximos.
Superhéroes, hijos de la posmodernidad. Sin embargo, esta modernidad tardía o posmodernidad nos presenta una paradoja: los superhéroes, a la vez que son producto de la sociedad de masas, implican una nueva forma de aristocratismo, dados los descomunales talentos de que disponen.
Continuará…