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Los cuerpos de los dos sacerdotes jesuitas asesinados hace una semana, Javier Campos y Joaquín Mora, fueron sepultados el lunes pasado en el atrio de la iglesia donde perdieron la vida, en la comunidad de Cerocahui, en el norteño estado de Chihuahua.
Las honras fúnebres, que tuvieron lugar pasadas las 14:00, en el templo San Francisco Javier, fueron lideradas por otros religiosos jesuitas y atendidas por miembros de la comunidad.
Todos, visiblemente afectados por los hechos, depositaron flores sobre los ataúdes de los sacerdotes, abatidos por un presunto sicario.
También murió en el ataque el guía turístico Pedro Palma, quien fue despedido en una ceremonia íntima el pasado jueves.
7 religiosos han perdido la vida en forma violenta.
En el templo de Cerocahui se celebró una misa, en la que el padre Gallo y el padre Morita (como se apodaba a los sacerdotes asesinados en la región donde trabajaban, en la sierra Tarahumara) recibieron aplausos y fueron despedidos con el repicar de las campanas.
En el municipio de Urique, donde se encuentra el poblado de Cerocahui, así como en los municipios colindantes, se observa fuerte presencia de policías y militares desde el pasado lunes, puesto que el presunto autor material del asesinato, conocido como el Chueco, todavía no ha sido localizado.
Las muertes de los religiosos han sido condenadas por organizaciones civiles y la comunidad jesuita en México, que destacó que al menos siete sacerdotes han sido asesinados durante la administración de López Obrador.
Estos hechos se enmarcan en la ola de violencia que vive México, pues se tiene registro de 33 316 homicidios en lo que va del año, después de los dos años más violentos de su historia, con 34 688 víctimas en 2019 y 34 554 en 2020.