Ricardo Fernández Gracia
Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
El del monasterio de la Oliva, con gran protagonismo pictórico, ascendió a 3152 ducados y 7 tarjas. Conforme avanzó la centuria, los artistas de la madera se fueron haciendo con el pingüe negocio de aquel género escultórico, aunque el sobreprecio de las labores de los doradores siempre fue un hecho constatable, por el empleo de los panes de oro.
De más a menos, señalaremos la valuación de algunos. Sin duda, el más caro fue el desaparecido de la parroquia de Santa María de Cascante. Su coste se calculó, en 1594, nada más y nada menos que en 7500 ducados.
Le sigue el de Valtierra, obra dilatada en el tiempo y que, en 1598, se valoraba en 6247 ducados. En 5511 se estimó, en 1592, el mayor de Santa María de Tafalla, realizado por Juan de Anchieta y Pedro González de San Pedro. El mayor de Cáseda, obra del mencionado Anchieta, ascendió a 4200.
Sabemos que el obispado de Pamplona rentaba unos 20 mil ducados anuales.
El de San Juan de Estella lo remató, en 1563, Pierres Picart en 1340. Eran tiempos en que, como recuerda el profesor Echeverría Goñi, una oveja costaba un ducado, lo mismo que cien panes de oro, en tanto que un robo de trigo se pagaba entre cinco reales y medio y seis, equivalentes a 50 panes de oro.
Cuantificar acertadamente las cantidades pagadas resulta, en ocasiones, complicado para valorar la pieza en toda su dimensión.
A continuación, presentamos los precios de algunos retablos navarros de la época, no sin apuntar antes algunas cantidades que nos relacionen esos ducados con las rentas de algunas prelacías o precios del momento.
Así, sabemos que el obispado de Pamplona rentaba unos 20 mil ducados anuales, que una buena casa alcanzaría los 240 ducados, que el salario de una criada ascendía a 7 ducados anuales más una saya y zapatos; una buena mula, animal muy apreciado, costaba 65 ducados, un caballo 45 y el robo de trigo, medio ducado. Son precios que podemos situar en la segunda mitad del siglo XVII. Los ejemplos los hemos colocado desde el mayor coste.
Un somero análisis de estos datos, circunscritos a los años finales del siglo XVII y las primeras décadas del XVIII, nos pone de manifiesto que la calidad de los retablos del taller tudelano estaba en relación con su precio (retablos de Recoletas de Pamplona, Falces, Caparroso o Cárcar).
Asimismo, sorprenden la cantidades abonadas en Los Arcos y Echarri-Aranaz, sin duda por ser de grandes proporciones y tener muchísimos relieves, el primero y por la calidad extraordinaria, como obra de los prestigiosos Ursularre, en el segundo caso.
Continuará…