Rodrigo Fernández Ordóñez
Director Presidente
Comisión Nacional de Energía Eléctrica
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Estimado lector: en esta segunda entrega del tema explicado en el título
de la presente columna, continuaremos analizando el modelo de desarrollo que el Gobierno de la República de Guatemala impulsa para atraer nuevas inversiones que dan empuje a nuestra economía nacional a través de optimizar la industrialización del país.
Hemos ya tocado el importante trabajo que realiza el Ministerio de Economía (Mineco) a través del avance que ha logrado en la creación de las denominadas Zonas de Desarrollo Económico Especial Público (ZDEEP).
Adicionalmente, y para desarrollar todo tipo de industrias que se sientan atraídas para establecerse dentro de dichas zonas, es auténticamente necesario llevar energía eléctrica para hacer funcionar estas zonas, siendo clave la coordinación de las entidades públicas y privadas que interactúan dentro del sub sector eléctrico, pero más importante aún, se necesita permanentemente del apoyo y la participación de la población así como de las autoridades locales para que este tipo de proyectos, concebidos para llevar desarrollo a zonas alejadas del país, puedan alcanzar uno de los objetivos más importantes del bien común que es dotar de un mejor nivel de vida a la población y permitirle acceder a otro tipo de oportunidades.
La energía eléctrica no solo es un servicio básico sino que, además, es un cambio total de vida.
Como otro aspecto importante del análisis que se realiza en la presente columna, durante los últimos años, los niveles de conflictividad han reducido de forma significativa, con una afectación directa, el desarrollo del subsector eléctrico, afectando no solo el desarrollo de la vital infraestructura para generar, transportar y distribuir energía, sino también se ha convertido y ha venido a ser un verdadero reto para la planificación energética del país el aprovechamiento de los recursos naturales estratégicos nacionales para producir desarrollo como, por ejemplo, la incomprensible oposición de las comunidades y de otros sectores que se han generado alrededor de los proyectos hidroeléctricos, cuando el país, según estimados no oficiales al día de hoy, solo está aprovechando la octava parte de su potencial hidroeléctrico.
Es vital y necesario que los guatemaltecos podamos estar en la misma línea de comprender que la energía eléctrica no solo es un servicio básico sino que además es un cambio total de vida para quienes gozan de él en cuanto a su nivel de vida y que para que todos los guatemaltecos logremos aprovechar las ventajas que da la energía eléctrica para todo tipo de iniciativas (intelectuales, comerciales e industriales), es necesario aprovechar de forma racional nuestros recursos estratégicos, indistintamente de dónde se encuentren ubicados.
La oposición a las obras de infraestructura solo tiene por ejemplo, minar este aprovechamiento, por lo que las posteriores quejas de los altos precios de las tarifas de energía eléctrica devienen en ser contradictorias por dos razones: 1) la única forma de reducir estas tarifas depende del aprovechamiento de los recursos propios para generar energía eléctrica, divorciándonos de los vaivenes de los precios internacionales de los recursos que no podemos controlar como el petróleo y el carbón; y 2) las tarifas vigentes en Guatemala siguen siendo consistentemente bajas en comparación con las del resto de la región. Esto no es mal de muchos, consuelo de tontos.
Las tarifas de energía eléctrica en Guatemala han variado máximo un 7 por ciento, mientras que en nuestros países vecinos los bandazos han alcanzado incluso, un 20 por ciento. La variedad de recursos de generación de energía eléctrica que conforman nuestra matriz energética han permitido que, no obstante una pandemia global, disputas comerciales entre gigantes y una guerra internacional, afecten de forma limitada a nuestros consumidores finales de energía eléctrica.