jueves , 21 noviembre 2024
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Posdoc en tiempos de pandemia (II)

Fernández Pacheco
Revista Nuestro Tiempo

Cuando le conté esto a mi hermano Javier, que vive en Nueva York
mientras hace un posdoc en inmunoterapia en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center y se acercó a verme en noviembre, no me creyó a la primera. Javier y yo somos gemelos y, aunque suene a tópico, coincidimos mucho en nuestros gustos.

No es que tengamos telepatía, como algunos dicen sobre los gemelos, pero es verdad que estamos muy en contacto y acabamos teniendo la cabeza en proyectos o ideas parecidas; intercambiamos libros, títulos de series, juegos… Con mis nuevas aficiones logré sorprenderle.

Llegar a Cambridge costó lo suyo. Desde los últimos meses de mi tesis, que defendí en junio de 2020, mi director, Jokin de Irala, me ayudó a contactar con el que después ha sido el jefe de mi departamento en Harvard: Tyler Vanderweele. La aceptación en el departamento no resultaba fácil; lo he comprobado ahora que estoy aquí y me consta que se han convocado dos plazas para quinientos solicitantes. Una vez dado ese paso, necesitaba conseguir una beca, que llegó del Colegio de Médicos de Navarra y de la Fundación Ciudadanía y Valores.

Tyler es una referencia mundial en el ámbito de la epidemiología.

El equipo de Tyler se llama The Human Flourishing Program. Está compuesto por investigadores de distintas áreas (epidemiología, sociología, psicología, filosofía, historia, teología, etcétera) y estudia y promueve el human flourishing (florecimiento o prosperidad humanos). El flourishing es el estado de una persona con un nivel pleno de felicidad.

El enfoque de Tyler no se limita a la dimensión física o mental sino que abarca también el sentido de la vida, los vínculos interpersonales o el carácter. Como todos esos aspectos se relacionan con la salud en cierto modo, siento que juego en casa cuando trabajo con ellos porque yo provenía de la investigación de los efectos de las adicciones de adolescentes: principalmente consumo de sustancias tóxicas.

Lo que más me emociona es participar en el inicio del proyecto Global Flourising Study. Para este trabajo, mi departamento se ha asociado con la Universidad de Baylor (Texas) y la consultora Gallup con el objetivo de analizar los determinantes del flourishing y sus efectos en veintidós países de los cinco continentes, España incluida. En pocos años, esta iniciativa dará mucho de lo que hablar.

Tyler es una referencia mundial en el ámbito de la epidemiología y resulta estimulante emplear la estadística para investigar aspectos tan abstractos para un científico como el amor o la felicidad y demostrar asociaciones causales sin la necesidad de un ensayo clínico. Por eso el sistema desarrollado por Tyler tiene potencial para dar un vuelco a la investigación en nuestro campo.

En mi caso, estoy analizando las consecuencias del uso de internet en la salud mental y física, las relaciones sociales y el carácter de las personas. Asistir a las reuniones como un investigador más y ver cómo nace una iniciativa de tal magnitud es una ocasión única. Se respira entusiasmo, algo que me perdía durante el año en que mi contacto con el grupo solo era digital. Por lo demás, varios detalles de la vida en Harvard que me recuerdan a mi alma máter: sobre todo, el buen ambiente de equipo y los lunches del departamento.

Trabajamos catorce personas de procedencias muy distintas (incluidos países como Turquía, China y Australia) y nos entendemos muy bien. El campus está lleno de lugares de encuentro con sillas de colores al aire libre, como en Navarra, y es frecuente ver alumnos sentados trabajando con sus portátiles o charlando cuando el clima lo permite. Creo que son sobre todo de primeros cursos, que tienen obligación de vivir en las houses de la universidad. Lo de la edad llama la atención, porque de los 22 mil alumnos de Harvard, 15 mil somos de posgrado.

Estoy muy contento de estar aquí. Esta universidad se fundó en 1625 y tiene entre sus antiguos alumnos y profesores 161 premios Nobel, ocho presidentes de Estados Unidos y un centenar de medallistas olímpicos. Me costó llegar, pero sé que piso un lugar extraordinario, que espero exprimir a fondo hasta mi regreso.

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