sábado , 23 noviembre 2024
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Neuromitos en educación (II)

José Manuel Muñoz y Gonzalo Arrondo
Universidad de Navarra

Aunque no negamos los posibles efectos perniciosos para la salud del abuso de los alimentos azucarados, es importante
señalar que, en términos exclusivamente relacionados con la búsqueda de rendimiento, la creciente obsesión de muchos padres y centros educativos por controlar la ingesta de estos productos por parte de los estudiantes parece poco justificada.

Otro extendido mito consiste en creer que no consumir un mínimo de ocho vasos de agua al día puede encoger el cerebro y empeorar el rendimiento. De nuevo, la creencia es falsa: en la cantidad de agua diaria ingerida debe siempre contabilizarse la que contienen los alimentos.

Además, un excesivo consumo de agua puede producir una hiperhidratación potencialmente fatal, como demuestran al respecto algunos casos mortales.

El cerebro trabaja siempre de manera coordinada.

De modo que, como bien explica esta columna del New York Times: “No, no tienes que beber ocho vasos de agua al día”. Los ejemplos comentados hasta este momento pueden parecer pueriles o claramente superados, incluso si los estudios nos indican que siguen estando presentes en las aulas y el folclore popular.

El tercer tipo de mitos se relaciona con intervenciones educativas basadas en pseudoneurociencia y son por ello más difíciles de detectar y rebatir, además de ser muy dañinos para el aprendizaje y el funcionamiento en las aulas.

Quizás el prototipo entre estos mitos sea la propuesta de que cada persona tiene un estilo de aprendizaje derivado de su estructura y función cerebral. ¿Quién no ha oído a algún conocido decir que él o ella era más verbal o más visual para aprender? ¿O que era más de hemisferio derecho o izquierdo?

Es un mito pensar que algunas personas tienen un procesamiento mental fundamentalmente de tipo creativo u holístico o, por el contrario, analítico, y que esto además deriva de un funcionamiento predominante del hemisferio izquierdo o derecho, respectivamente.

Por un lado, el cerebro trabaja siempre de manera coordinada. Por otro, las personas, dependiendo del problema a resolver, utilizarán estrategias más holísticas u analíticas.

Por ello, utilizar pruebas de evaluación psicológica en las aulas dirigidas a evaluar estos estilos de aprendizaje en los alumnos y fomentar que los profesores creen materiales múltiples que se adecúen a estos estilos supone un gasto inútil de tiempo, esfuerzo y recursos que podría utilizarse en métodos de aprendizaje y atención individualizada
probados.

Aunque existen otros muchos neuromitos en el mundo educativo, en este artículo hemos querido destacar algunos de los que nos parecen más llamativos y perjudiciales.

La neurociencia, al menos en el corto o medio plazo, no será a nuestro juicio esa solución.

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