Dr. Jorge Antonio Ortega G.
Las operaciones continúan, las tropas rusas se están reagrupando para una nueva ofensiva devastadora, utilizando el fuego de artillería y el bombardeo masivo e indiscriminado sobre poblaciones estratégicas del teatro de operaciones, además del uso del Principio de la Guerra, la masa en las operaciones terrestres.
Las operaciones psicológicas y la desinformación como parte de la guerra mediática se manifiestan en mayores intensidades, conforme van pasando los días de esta guerra innecesaria (como todas); el cronograma sigue avanzando, las negociaciones no logran suspender la confrontación, las sanciones a la Federación Rusa, al igual que la ayuda y respaldo a Croacia, no cesan, provocando incertidumbre por la improvisación de las decisiones de los Estados involucrados directa e indirectamente.
Las noticias informan de un nuevo ataque a una estación de ferrocarril, donde más de treinta fallecidos y un centenar de heridos son las víctimas; todos ellos civiles que se encontraban en rumbo al corredor de refugiados. ¿Cuánto más se necesita para saciar el instinto de destrucción? La respuesta se pierde en el limbo de los líderes políticos, lo cual lo solventan como daños colaterales y que no limitan su avance hacia sus objetivos políticos estratégicos.
La realidad es otra: el pueblo ucraniano se está defendiendo con todo lo que tiene a su alcance, el ejército ha demostrado su fidelidad a defender la libertad de sus compatriotas y a permanecer en primera línea para no permitir el deterioro de su integridad territorial.
El nuevo ataque ruso se predice debido a la reagrupación de sus fuerzas, cambio de comandante y los ataques constantes sobre la región de Donbás y alrededor de Mariúpol y Mikolaiv. Esta batalla es decisiva para Moscú y finiquitar su actividad militar e iniciar con seriedad las propuestas diplomáticas y políticas de paz, lo cual se ve lejano en el panorama actual.
Por asuntos políticos internos de la Federación Rusa e históricos desean apresurar el paso y alcanzar la victoria en el teatro de guerra, para celebrar el 9 de mayo en la Plaza Roja con un magno desfile militar el aniversario de la derrota de los nazis y agregar la conquista del territorio estratégico de Ucrania, y de esa forma terminar con la pesadilla que resultó de la aventura militar de Putin y extender su territorio al estilo de sus ancestros zaristas.
Pero todo ello es especulación; la realidad es otra: el pueblo ucraniano se está defendiendo con todo lo que tiene a su alcance, el ejército ha demostrado su fidelidad a defender la libertad de sus compatriotas y a permanecer en primera línea, para no permitir el deterioro de su integridad territorial, el mando desde el Ejecutivo ha dado fortaleza a los ucranianos y la mayoría de los Estados están comprometidos en dar apoyo al país invadido.
Las sanciones y el estrangulamiento financiero y económico a Rusia están dando resultados mínimos, en comparación con los eventos a los que se enfrenta Ucrania, la destrucción de la infraestructura de las ciudades, caminos y red ferroviaria, así como a los depósitos de combustibles, fábricas y edificios públicos y privados, la muerte innecesaria de seres humanos, los desplazados internos, que superan los 7 millones, y los incontables refugiados que llegan por millares a los países fronterizos, siendo la mayoría mujeres, niños y ancianos en busca de protección de la vida.
El fin de esta tragedia humana del tercer milenio no se visualiza en el futuro inmediato; al contrario, es palpable el recrudecimiento de la violencia, esa orgía de sangre que es implícita en un enfrentamiento enconado como se está viviendo en esa región del mundo, son muy difíciles de detener los combates en el campo de batalla, hay mucho que perder por parte de ambos bandos. Por parte de Rusia, la desventura de su líder, el descalabro de su gobierno y el desprestigio total a escala mundial; del lado de Ucrania, la pérdida de su soberanía y autonomía. Los únicos en paz son los fallecidos que aguardan el cese de las hostilidades.