Paco Sánchez
Periodista y profesor titular de la Universidade da Coruña
No entendía lo que quería decirme, así que se lo advertí y volvió a intentarlo. Y seguí sin entender. Quizá pensó en un problema de entendederas mías o de explicaderas suyas, pero en realidad ocurría que sus palabras me llegaban como sonidos inarticulados, informes. Borrosas, diría un amigo propenso a la sinestesia.
Así que renunció a la conversación y la zanjó con un “Mucho texto”, que me hizo reír. Significaba que pretendía explicar algo demasiado largo y complejo y que no valía la pena.
Estaba muy cansada. Le dije que usaría lo de “Mucho texto”, si no le importaba. La honradez intelectual le obligó a aclararme que la expresión no le pertenecía: provenía de un meme de Twitter que se había convertido también en una pegatina (sticker) de WhatsApp.
Se despacha al contrincante sin esfuerzo, con gracia y eficazmente.
Lo busqué. Consiste en el Yoda de La guerra de las galaxias con sombrero, gafas de sol, anillo, pendiente en el lóbulo de su gigantesca oreja derecha, zapatillas deportivas y otra indumentaria que confieren al venerado maestro verde un aire hípster.
La leyenda “Mucho texto” en letras de molde blancas atraviesa la cintura del personaje. Comprobé que se usa en las redes sociales desde hace un año, más o menos. Por ejemplo, para responder a un mensaje o a un hilo de mensajes que no interesan o aburren, se puede recurrir rápidamente a un “Mucho texto” que ahorra el desgaste de neuronas necesario para contraargumentar con razones. Se despacha al contrincante sin esfuerzo, con gracia y eficazmente.
A veces para zanjar una discusión, quizá larga, en la que se ve imposible el acuerdo por la sinrazón de una o varias de las personas participantes: una manera de quedarse con la última palabra. He leído usos en los que “Mucho texto” equivale a “Es complicado”, también en el sentido que se le atribuye a esta expresión en los perfiles de algunas redes sociales para describir la situación familiar o “de relaciones”.
Incluso puede funcionar como un “No me cuentes tu vida”, cercano al concepto que manejaba la chica del primer párrafo. O al que despachaba Ricardo F. Colmenero cuando, en nuestra etapa navarra, veía que se estaba alargando demasiado en alguna excusa como alumno o como amigo. Entonces, se interrumpía abruptamente para declarar y declamar: “¡Y por eso llegué tarde a clase, señorita!”.
Una manera de hacerme reír y, a la vez, de ahorrarme y ahorrarse la discusión del asunto. Como se trata de un fenómeno de las redes, de un meme, que para algunos es un medio de expresión característico de la generación Z, conviene resistir la tentación de darle categoría metafórica. Aunque sé que esto no bastará para que quienes me lean me aticen con la imagen de un Yoda que dice desde detrás de sus gafas oscuras: “Mucho texto”.