Ricardo Fernández Gracia
Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Entre las causas de la riqueza iconográfica hay que señalar, asimismo,
como hizo notar C. Oswald, el hecho de que san Francisco Javier desempeñó en la Europa del Humanismo un papel de intermediario entre el “Viejo Mundo” y el “Nuevo Mundo”, en lo que se refiere a ciencias, culturas y religiones, cometido que se revela como determinante para comprender la veneración de que sigue siendo objeto, bajo el apelativo de “Padre Santo”, por parte de cristianos, hindúes y musulmanes.
El periplo marítimo de san Francisco Javier y su especial protección en la navegación por tierras de Oriente hizo que los que se hacían a la mar le invocasen, cuando las aguas de los océanos presentaban circunstancias adversas. En 1748, Benedicto XIV lo proclamó patrono de Oriente.
Baste recordar algunos de sus milagros.
Baste recordar algunos de sus milagros en tal sentido, tanto los referidos a la conversión del agua salada del mar en agua dulce para que los ocupantes de las embarcaciones no muriesen, como aquellos que recordaban sus viajes o la salvación en medio de grandes tempestades y persecuciones por piratas y enemigos. Buen ejemplo de su patronato sobre navegantes es el preámbulo de las constituciones de los pilotos de Canet de Mar, fundada en 1796. Como abogado de la buena muerte, recreando sus últimos instantes de vida, aparece en algunas estampas y pinturas, como un lienzo de 1759 del Museo de Tepotzotlán, de México, en el que se le representa en aquel pasaje, junto a la muerte de san José, el abogado, por antonomasia, en tal trance y patrono, además, de los hijos de san Ignacio.
Algunas localidades como Sangüesa o La Guàrdia dels Prats en Cataluña le tributaron especiales cultos, por la protección que el santo les otorgó en épocas en las que la temible plaga de la langosta asolaba sus campos. A Javier también se le invocaba a la hora de tomar estado.
Entre los grabados más interesantes en tal sentido destaca uno de Jacob Andreas Friedrich, que ilustra la obra del jesuita André Eschenbrender, dedicada a san Francisco Javier y titulada Instructio pro eligendo vitae, en su edición de Colonia de 1733. Como obrador de mil prodigios, lo proponen numerosos cuadros y grabados. Entre las destacadas obras de arte universal figura el lienzo de los milagros de san Francisco Javier de Rubens, procedente de la iglesia de la Compañía de Jesús de Amberes, que se exhibe actualmente en el Kunsthistoriches Museum, de Viena.
El famoso pintor estuvo ocupado, entre 1617 y 1621, en la decoración de la nueva iglesia dedicada a san Ignacio que acababan de levantar los jesuitas en Amberes. Esa composición serviría de base para la ejecución de otras alusivas a los milagros del santo en la ciudad de Malinas. Los prodigios acaecidos en esta última ciudad fueron narrados por el padre Gerardo Grumsel en una obra editada en 1666.
El padre Francisco García, en su difundida biografía del santo, al tratar de sus portentosos milagros, escribe: “¿Qué diré de las pestes que ha apagado en diversas ciudades en uno y otro mundo, purificando el aire de las muertes que amenazaban a sus ciudadanos, los cuales le eligieron por patrón, para que estando debajo de su protección, los respetase el contagio, y Dios no los castigase viéndolos patrocinados de san Francisco Xavier?”.
Entre las composiciones más afortunadas de esta protección contra la peste sobre otras tantas ciudades se encuentra una pintura de Ciro Ferri que fue grabada y difundida, en Flandes, Italia, España y Nueva España. Entre sus copias destacaremos el lienzo del flamenco Godefrido de Maes para una serie sobre el santo, destinada a la santa capilla del castillo de Javier, así como la pintura de Miguel Cabrera del Museo de Tepotzotlán (México).