Luis Herrera Mesa
Catedrático emérito
Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible es garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el uso de las técnicas más adecuadas para el saneamiento según la importancia de los núcleos de población. En mi último libro sobre Ecología, cambio climático y sexta extinción (McGraw Hill 2021), indico que “la gestión del agua es un aspecto prioritario para el desarrollo integral de la sociedad, la agricultura, la industria, etc”.
“A nivel regional es necesario adoptar esquemas de manejo integral de los planes de cuenca, o planes hidrológicos en las islas, que permitan recuperar y administrar el ciclo natural del agua;… es fundamental establecer esquemas para su aprovechamiento sostenible, diversificar las fuentes, reducir y minimizar las descargas contaminantes, y depurar y reciclar el agua como un producto más de la economía circular”.
Es lo que he venido a llamar, aplicar un sistema de gestión del agua basado en tres “R”: Reducir el consumo en todos los usos consuntivos, agrícola, doméstico, industrial, recreativo, etc.; depurar y Regenerar el agua; y Reutilizar las aguas regeneradas para determinados usos agrícolas, riego de parques y jardines, riego de campos de ganadería extensiva, riego de campos de golf, etc.
El incremento de la productividad del agua en la agricultura constituye una intervención fundamental para mejorar la eficiencia del uso de los recursos hídricos.
En definitiva, reducir el consumo de agua en todos los sectores, como una de las medidas encaminadas a mitigar el cambio climático. La mejora de la eficiencia del uso del agua constituye una medida clave que puede contribuir a reducir el estrés general por falta de agua en una región, (especialmente en una región acotada como un sistema insular en el que no hay opción de trasvase), siempre que esto conlleve también una reducción paralela de la extracción de agua.
Incrementar la eficiencia del uso del agua a lo largo del tiempo significa usar menos agua para obtener la misma producción, desvinculando así el crecimiento económico del uso del agua en los principales sectores que utilizan este recurso. La agricultura suele tener una eficiencia del uso del agua mucho menor que otros sectores productivos, lo cual quiere decir que, normalmente, la estructura económica de un país está en gran medida afectada por el uso eficiente del agua.
Por tanto, el incremento de la productividad del agua en la agricultura constituye una intervención fundamental para mejorar la eficiencia del uso de los recursos hídricos, especialmente en los países dependientes de la agricultura. La agricultura y la ganadería representan aproximadamente el 70 por ciento del consumo de agua. Por eso, uno de los grandes desafíos de las sociedades más avanzadas es cómo aumentar la producción de alimentos con un menor consumo de agua. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) trabaja con diferentes países para asegurar que el uso del agua en la agricultura sea más eficiente, productivo y respetuoso con el medioambiente.
Esto implica producir más alimentos utilizando menos agua, construir sistemas de producción agrícola para hacer frente a las inundaciones y las sequías, y aplicar tecnologías de agua que protejan el medioambiente. Una de las amenazas más graves para el desarrollo sostenible es el estrés hídrico.
La extracción de una cantidad excesiva de agua dulce procedente de fuentes naturales en comparación con los recursos de agua dulce disponibles, puede tener consecuencias devastadoras para el medioambiente como son los ríos secos, los acuíferos sobreexplotados (PN de Doñana), y la intrusión salina en los sistemas costeros.
Continuará…