Dr. Jorge Antonio Ortega G.
La fricción del combate fue establecida por el general Karl von Clausewitz en su monumental obra De la Guerra, y nos demuestra los embates del fragor del conflicto armado y cómo se van desgastando los oponentes con el transcurrir del tiempo y las operaciones.
Hoy, con más de veinte días de actividad bélica, se puede observar este fenómeno, propio de la conflagración militar, en ambas fuerzas oponentes.
Por una parte, el estancamiento de las unidades terrestres rusas y sus medios logísticos, debido a la resistencia de las fuerzas ucranianas unidas a sus ciudadanos. Una defensa en profundidad, con el resguardo de una línea interior reforzada para evitar la toma de objetivos estratégicos.
Qué podemos esperar de esta situación singular, en que los movimientos en el teatro de operaciones están semiparalizados y en la parte política diplomática no avanzan. Las posiciones se encuentran en una negativa de ceder, a pesar de las sanciones económicas impulsadas por los Estados Unidos, la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas, con un rechazo masivo a la invasión por parte de los rusos contra una nación independiente.
Lo primero, que Putin convoque fuerzas de las naciones que conforman la Federación Rusa e incremente la potencia de sus tropas desgastadas.
China hasta hoy no se ha manifestado con respecto a la escalada del conflicto, hasta llegar al uso de las armas. Pero es muy posible que aporte una inyección a la economía rusa o fortalezca la cadena logística con equipo, municiones, armamento y otros insumos necesarios para el combate.
Por parte de Ucrania y su decidida defensa a su independencia y libertad, que movilice sus reservas a las áreas comprometidas por las penetraciones de las fuerzas oponentes. Que siga recibiendo el aporte de Occidente, con todo lo necesario para resistir el suficiente tiempo para lograr una salida política diplomática.
Mientras avanzan las negociaciones, lograr concesiones como los corredores humanitarios, la exclusión del espacio aéreo para lograr vuelos para los heridos (civiles y militares) y evacuar a las poblaciones que se encuentran en las zonas de operaciones militares. Mantener la denuncia a través de la guerra mediática que tiene un impacto impredecible, pero favorable hacia la población de Ucrania. Mientras, en el Hemisferio Occidental se cuecen habas con respecto a las reacciones de los regímenes proinvasión y decididos a fortalecer las intenciones del Gobierno moscovita. Independiente de la prospectiva de los próximos días y las repercusiones hacia todo el mundo que está generando el conflicto, es muy posible que se convierta en un punto de inflexión, que los ejes de poder actual se consoliden o se desvanezcan o broten nuevas opciones.
Asimismo, la economía tenga que dar saltos cualitativos y cuantitativos para enfrentar los desafíos de posguerra.
Las alternativas son múltiples y todas tienen posibilidad de consolidarse, dependiendo del resultado de las negociaciones políticas-diplomáticas y las fuerzas externas que ejercen a favor o en contra de la solución castrense. Pero, en el horizonte aún no se permite visualizar un fin a las hostilidades, mientras sigan sin ser definida la victoria de las unidades terrestres; mientras tanto, seguiremos viendo a través de los dispositivos electrónicos los bombardeos aéreos y de artillería, la destrucción de tanques y de vehículos blindados de transporte de personal. La voluntad política en este momento es la que define el final de este episodio innecesario del siglo XXI, y viene a resucitar los viejos rencores y las causas perdidas en el pasado.
El miedo habita de nuevo en la humanidad, debido a la tensión generada por el uso de las armas de destrucción masiva, que mantuvo el equilibrio entre los adversarios durante la Guerra Fría y que significaba la extinción de todo lo viviente en el planeta.