Carlos de Miguel Vázquez
Profesor Departamento Bioquímica y Genética, Universidad de Navarra.
Los científicos sabemos que la ciencia se construye mediante un proceso de ensayo y error, que lleva a conclusiones no inmutables, sometidas a escrutinio continuo y sujetas al principio de falsabilidad. Con los datos disponibles se elabora una explicación que satisface las observaciones hasta ese momento.
Pero la ciencia no se detiene, sigue investigando y este proceso puede modificar las conclusiones, a veces radicalmente incluso hasta llegar a cambiarlas por completo. La ciencia, la de verdad, no enuncia dogmas, eso es justamente lo contrario, la anticiencia.
Desde el principio de esta pandemia me ha sorprendido el incompresible arraigo del movimiento antivacunas. Buscando una explicación a este “éxito” del rechazo a las vacunas, creo que el fallo puede provenir de la propia ciencia, que no ha sabido transmitir bien el mensaje, pero sobre todo de manera sincera. Quizás le ha faltado ese punto de sinceridad y le ha sobrado de engreimiento o soberbia.
La mejor manera de transmitir los mensajes es simplemente decir la verdad.
Cuando la ciencia cae en la vanidosa tentación de endiosarse es cuando genera desconfianza. En otro orden de cosas, es como la superioridad moral que se atribuyen ciertas ideologías de izquierdas, como si el mero hecho de poseer esa etiqueta política les confiriese la razón. O en el otro lado del espectro, la superioridad económica que se atribuyen algunas de derechas, pensando que sus recetas son las únicas que funcionan y traerán el bienestar común.
A la ciencia le puede llegar a pasar algo parecido: tenéis que creerme porque soy la ciencia y tengo el conocimiento necesario del que vosotros carecéis.
Ese no es el camino para comunicar la ciencia y tal vez ahí ha radicado el fallo que ha hecho que el movimiento, negacionista y conspiranoico en su grado más extremo, y antivacunas en un grado menos absolutista pero igualmente beligerante, haya tenido la expansión que ha llegado a alcanzar.
La mejor manera de transmitir los mensajes es simplemente decir la verdad. Explicando que esta pandemia ha sido un tsunami que obligaba a reaccionar rápido para evitar un terrible coste en vidas. Reconociendo que ante un virus y una enfermedad nuevos se necesita más investigación para conocer mejor causas y efectos. Admitiendo sin tapujos, que a la luz de nuevos trabajos pueden cambiar las pautas de vacunación, de comportamiento y las terapias.
Quiero pensar que con esa sinceridad y honestidad se entendería mejor que lo que se transmite y aconseja, que es fruto de esa experimentación continua.