sábado , 23 noviembre 2024
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El Arte de la Paz

Frank Gálvez 

Locutor y periodista
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La amenaza de una guerra mundial está posicionada firmemente en la cognición pública.

Los sentires son discordantes y, a menudo, confusos. Comprender y prepararse para la realidad es la condición sine qua non del liderazgo para cualquier persona en una organización militar, y la tarea se vuelve más difícil a medida que la sociedad se aleja más de la experiencia del combate. Nunca hemos estado más necesitados de información y perspectiva, porque para evitar la guerra primero debemos entenderla.

La enseñanza del arte de la guerra ha progresado, no obstante, hacia un esfuerzo por prevenirla, solo si esta no puede evitarse racionalmente.

El juicio histórico busca entonces restringir y reducir sus horrores, y lo hace estableciendo un conjunto de condiciones rigurosas que deben cumplirse si Jus ad bellum: Ir a la batalla hoy en día, requiere razones excepcionalmente fuertes para anular la doctrina en favor de la paz y en contra de la beligerancia.

”La mayor victoria es aquella que no requiere batalla“ (Sun Tzu).

El olivo, el árbol más antiguo del mundo, cuyas hojas son el símbolo de la paz, tiene un delicado proceso de desarrollo: demanda nutrición, paciencia continua y la superación de muchas dificultades. El odio, por otro lado, como una tempestad que se avecina, puede surgir sin previo aviso.

El problema aquí no es una imagen optimista y errada de la realidad de la guerra; es la negación de la posibilidad de cambio en la humanidad, junto a una casi total falta de interés y creatividad en cómo se puede provocar un cambio constructivo.

En 1932, Albert Einstein decide cartearse con Sigmund Freud, y en una de las misivas indica: “…El mundo es un lugar peligroso para vivir, no por las personas malvadas, sino por las personas que no hacen nada al respecto.” 

Muchos piensan que la paz es la ausencia de guerra y abogan por leyes o tratados para abolirla, exigiendo el desarme o la reducción de las fuerzas armadas en redes sociales. Pero la oposición a los conflictos bélicos no puede asegurar la paz, porque la paz verdadera es la ausencia de violencia en todo sentido.

Ya lo dijo en su momento el humanista John Lovejoy Elliott: “Las personalidades más grandes que jamás hayan existido han sido aquellas que unieron a los seres humanos y los pusieron en el camino hacia la cooperación, la eficacia y la paz. Aquellos a quienes el mundo ha tenido en alto han ayudado a unir y armonizar las diferencias, nunca a destruirlas.” Recapacitemos en cómo contribuimos con nuestra vida y obra a la paz del prójimo.

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