Marisol Peña Torres
Profesora Investigadora del Centro de Justicia
Constitucional, Facultad de Derecho
En momentos en que llevamos varias normas aprobadas por el pleno de la Convención, en Chile, y que formarían parte de la nueva Constitución, conviene preguntarse cómo la historia registrará el origen de las normas que la integren.
En este sentido, seguramente se reconocerá el origen “inmediato” de la Constitución en el estallido social de octubre de 2019, aun cuando sabemos que los anhelos por cambiar el pacto fundamental de la convivencia se remontan al programa de gobierno de la expresidenta Michelle Bachelet y al proceso de participación ciudadana que antecedió su proyecto de reforma constitucional, presentado al Congreso en los días previos al fin de su período. A ello se unen las críticas por la ilegitimidad de origen de la Carta vigente, pese a que, a través de sucesivas reformas en los diversos gobiernos democráticos, llegó a distar mucho del texto original.
Cuando usamos este apelativo, estamos aludiendo a la imposición de una determinada mirada de la realidad.
Sin perjuicio de este origen “inmediato” del proceso constituyente chileno, el debate en la Convención Constitucional ha puesto en evidencia otro origen “mediato” de claros contornos ideológicos. Cuando usamos este apelativo estamos aludiendo a la imposición de una determinada mirada de la realidad que, partiendo de aspectos parciales, pretende explicarla en su totalidad, lo que la transforma en una verdad absoluta.
La influencia ideológica a que nos referimos es doble: por un lado, hemos sido presa del populismo y, por el otro, nos hemos convertido en un “conejillo de indias” del denominado “Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano” (NCLA).
En lo que se refiere al populismo, una de sus características es que, siguiendo el pensamiento de Ernesto Laclau, trata al “pueblo” como una noción vacía de contenido. Lo único que queda claro es que el pueblo se opone a la élite que es la que, tradicionalmente, ha monopolizado el poder en la política, la economía y los medios de comunicación. La noción de pueblo se estructura, así, como la que representa a la gente común y, particularmente, a quienes, objetiva o subjetivamente, han sido excluidos del poder en razón de su estatus socio-cultural y socio-económico.
Continuará…