Salvador Sánchez Tapia
Profesor de Relaciones Internacionales
Tras semanas de contener la respiración, el mundo asiste a la agresión rusa sobre el ya herido territorio de Ucrania. En la
madrugada del 24 de febrero, fuerzas militares de Rusia han consumado la agresión, cruzado la frontera y atacado a su vecino desde varias direcciones.
Despejada la duda sobre la invasión por la vía de los hechos, surgen nuevas incógnitas: ¿Cuál va a ser su alcance?, ¿Será Ucrania capaz de resistir la acometida rusa?, ¿Cómo va a reaccionar la comunidad internacional en general, y Occidente en particular? No resulta posible responder categóricamente a estas cuestiones.
Sí se pueden ofrecer algunas posibilidades razonables basadas en el análisis de la situación. Para ello, resulta preciso considerar qué objetivo ha podido mover a Putin a dar este paso, largamente anunciado, pero que se pensaba poder abortar mediante el recurso a la diplomacia o a las sanciones.
El objetivo de Rusia con respecto a Ucrania es el de asegurar, de una vez por todas, que el país permanezca dentro de su esfera de influencia.
El objetivo de Rusia con respecto a Ucrania es el de asegurar, de una vez por todas, que el país permanezca dentro de su esfera de influencia. Ello pasa por un cambio de actitud del presidente Zelenski o, mejor aún, por un cambio de gobierno que instale en Kiev una autoridad próxima a los postulados rusos. Las acciones rusas en Ucrania estarán ligadas a este fin.
Si el ataque culmina con un éxito fulminante y el Gobierno y la resistencia de Ucrania colapsan, es plausible pensar que Rusia mantendrá su presencia en las regiones ya parcialmente ocupadas en el Donbas, cuya independencia ha reconocido, integrándolas de facto en Rusia, quizás extendiendo esa presencia para lograr un puente terrestre que las una con la península de Crimea, llegando, incluso, al límite del Dnieper, y dividiendo Ucrania entre una parte bajo dominio directo ruso y otra finlandizada, nominalmente independiente, pero bajo su control.
Si la resistencia ucraniana fuera capaz de obstaculizar la actividad rusa (algo que parece improbable) entonces Rusia podría verse forzada a una ocupación masiva del país con consecuencias imprevisibles, pero muy costosa en términos económicos y de recursos humanos y materiales, y que podría generar importantes movimientos de refugiados y desplazados.
Algunas realidades se abren en este momento paso ante el espectador. La más inmediata, quizás, sea la de que las previsiones de todos aquellos que, desde los ámbitos académico y profesional, han estado anunciando el fin de la guerra clausewitziana y el alba de un nuevo paradigma de guerra, no han resultado del todo acertadas.
Tras años de predicar la llegada de “nuevas guerras” y “guerras entre la gente”, nos encontramos con un conflicto (al menos hasta ahora) bastante clásico, con motivos y objetivos que el pensador prusiano reconocería fácilmente y con medios convencionales reforzados, eso sí, por la tecnología actual.
Continuará…