María Álvarez de las Asturias
Revista Nuestro Tiempo
Los años en la universidad son un regalo: una época de preparación para la vida profesional, pero también para formarse personalmente, poniendo las bases de unas buenas relaciones afectivas.
Con la madurez intelectual, hay que buscar también la emocional: aprender a reconocer los sentimientos sin tenerles miedo, sin dejar tampoco que gobiernen los propios actos, sino aprendiendo a nombrarlos (a veces confundimos, por ejemplo, tristeza con enfado, cansancio con tristeza…) y dirigiéndolos hacia el bien y la belleza de relaciones verdaderas.
Cultivamos las amistades cuando somos capaces de abrirnos a los demás y compartir ilusiones, miedos, proyectos; cuando no solo somos los amigos incondicionales para las noches de fiesta sino también en los momentos en que el otro tiene un problema; cuando damos lo mejor que tenemos (en forma de tiempo, energía, atención).
Cultivamos las amistades cuando somos capaces de abrirnos a los demás y compartir ilusiones.
Unas actitudes igualmente válidas para vivir el noviazgo y el matrimonio pero que, en estos casos, se ven como cargas en lugar de bienes, por la sospecha con que consideramos los compromisos
definitivos.
Tal vez este rechazo tiene su origen en que la noción de matrimonio natural, que incluye el “para siempre” entre sus aspectos esenciales, ha desaparecido de la preferencia social y de las leyes y solo permanece en la propuesta de la Iglesia.
Por eso muchas personas consideran que es algo que afecta exclusivamente a los católicos; pero lo que la Iglesia enseña sobre el matrimonio (fidelidad, indisolubilidad y fecundidad) es consecuencia del amor: he descubierto que mi mundo es mejor porque tú existes, elijo estar contigo, todos los días, y este amor nos da vida y saca lo mejor de los dos.
Las estadísticas (en España, la duración media de los matrimonios que se rompen es de poco más de dieciséis años) pueden llevar a creer que el “para siempre” es imposible. Pero se nos olvida que el matrimonio es un tipo especialísimo de amistad y, por lo tanto, se puede construir, como hacemos con otras relaciones.
Continuará…