Diana Herrera
Actualmente, a raíz del conflicto Rusia y Ucrania, se percibe que las relaciones internacionales han sido clave para la disminución de las tensiones en la escala del conflicto.
Sin embargo, se ha visto un despliegue en diplomacia coercitiva y defensiva, muy al estilo de los teóricos John Mearsheirmer y Robert Jervis.
En la arena mundial, hemos interpretado nuevamente el concepto del realismo, con la pregunta: ¿Cuánto poder es suficiente en los intercambios diplomáticos entre dos potencias, Estados Unidos y Rusia? Hemos sido testigos también del despliegue militar actual, dejando en segundo plano la agenda mundial de la pandemia y la emergencia sanitaria.
Hace un mes, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, ha dicho que su país está enfrentando una ”guerra híbrida“.
La pregunta central ante este conflicto, nos volvemos a plantear: ¿Estamos siendo testigos de la trampa de Tucídides? Retomada del realismo político, la trampa de Tucídides se refiere a la tensión estructural letal que se produce cuando una potencia reta a otra establecida, creando las condiciones para que estalle una guerra. Lo que ha resultado que la tensión consiga una escalada alta en los últimos meses.
No obstante, hasta el momento, no ha ocurrido un enfrentamiento militar como tal, y las autoridades ucranianas han denunciado la existencia de una “guerra híbrida” en su contra. Así lo anunciaron a mediados de enero, luego de asegurar que el Kremlin estaba detrás de un ciberataque que afectó a decenas de sitios web oficiales de su gobierno.
De acuerdo a los diversos analistas en Relaciones Internacionales, una guerra híbrida es un concepto utilizado desde los años 2000, y tiene que ver con la implementación de una estrategia o varias de confrontación que no pasa necesariamente por un combate de tipo militar.
Las nuevas tecnologías son un facilitador importante para que las guerras híbridas sean el blanco preferido de los cibercrímenes. Siendo una práctica cada vez más común, al no estar estos crímenes del todo regulados en los Estados y que pueden escapar de los recientes convenios internacionales en materia de cibercrímenes.
El cibercrimen es un problema transnacional, con tendencia a que el ciberespacio cada vez tenga más control militar ante la legítima defensa de los Estados. En la anarquía internacional constante que viven los Estados en el plano internacional, este fenómeno del cibercrímen hace más difícil conocer el origen de estos ataques, ya que se ha demostrado que la evidencia digital es susceptible y se tendrían que reforzar los protocolos para la prueba digital.
Es por ello que, con más razón, este reclamo de ataque cibernético, cuya finalidad ha sido provocar temor a la población y causar desestabilidad, deberían incluirse en una posible reactivación de los acuerdos de Minsk. Este escenario ha sido fuertemente impulsado por los presidentes europeos, a manera de procurar escenarios de paz en la región europea, y en especial por el presidente francés, Emmanuel Macron, quien menciona que Minsk “es el único camino que nos permite construir la paz”.
