Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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Durante toda la existencia de la humanidad, el conflicto se transformó en el común denominador del día a día.
Varios intelectuales visualizan la guerra y le dan una nueva construcción a la idea moderna del proceso de la imposición de la voluntad de unos sobre otros.
Los clásicos como Sun Tzu, Nicolas Maquiavelo, Karl Von Clausewitz y otros conciben en que es un fenómeno permanente e integral en el ser humano que se desarrolla cuando las opciones políticas y diplomáticas se desvanecen frente a la opción de pasar de un estado de paz a uno de guerra de hecho, el camino hacia la paz se convierte en tortuoso debiendo pasar por la escalada de la conflictividad hasta llegar a choque de voluntades a través de las armas.
Un Estado que no está preparado para la guerra, no es un Estado.
Tenemos más de 2 mil años de ejemplos de como resolver nuestras diferencias, ya no deberíamos de tener como opción la conflagración. El siglo XX fue una época de guerras mundiales y estuvimos al borde de la destrucción total con la amenaza de la guerra nuclear, luego vendrían los satélites militares con la expectativa de la guerra desde las estrellas, como se le bautizó.
La paradoja de Hobbes de la construcción de una idea moderna de la guerra se ajusta a esta época de la posmodernidad, donde todo está dependiente al cambio y a las transformaciones, donde el proceso de cambio es el objeto de estudio debido a sus repercusiones y buscar la claridad de los conceptos frente a las múltiples interpretaciones.
Las relaciones internacionales tienen una nueva oportunidad para vincularse de otra manera con las teorías del Estado, la justicia y la democracia. Como sucede para cualquier época los conceptos políticos acuñados en la posmodernidad son producto de supuestos filósofos (metafísica o epistemología) pero para la fragilidad que existe en la actualidad se requiere de la relación interna y la anarquía externa la que produce inestabilidad permanente.
Son las teorías políticas de Hobbes, Rousseau, Kant y Klausewitz, son las mayores aportaciones a la construcción de la idea moderna de la guerra; esto es, la guerra con un carácter eminentemente político y, por ende, contingente, histórico y modificable.
A pesar de lo fragmentado de sus contribuciones al tema de las relaciones entre los Estados. Cada uno de ellos parten de diferentes causas del conflicto en las sociedades de su época y la nuestra.
Hobbes como autor del Leviatán es un eslabón importante dentro de la tradición humanística de las relaciones internacionales. Para él, un Estado que no está preparado para la guerra, no es un Estado, pues al constituirse como tal adquiere poder supremo: eso significa, entre otras cosas, la obligación de estar en disposición de hacer la guerra y el derecho a llevarla a cabo.
Las contradicciones siempre van a estar presentes en el diario vivir de los seres humanos y, nace de la dicotomía entre el realismo y el idealismo político. Falsa dicotomía o no, ha sido muy abundante la discusión en torno a estos conceptos opuestos y filosóficos a la teoría de las relaciones internacionales.
No se puede dejar de lado el concepto maquiavélico que niega la pertenencia natural de la conflictividad y niega la pertinencia de la moral en la política y en lo político. Al final, la guerra es la continuación de la política por otros medios.
Para nuestros tiempos podemos mantener la hipótesis de que la realidad puede ser modificada, y que al menos parte de ese cambio se adecua a nuestras expectativas, siendo una de ellas el buen vivir y en paz.
Hoy el horizonte se visualiza tormentoso, puede ser el inicio de una nueva confrontación mundial, lo cual nos indica la fragilidad del mundo actual.